Capítulo 4.- La Cita (Parte 1)

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Al terminar de peinarme, maquillarme y ayudarme a elegir la ropa, me miré al espejo: el cabello castaño claro y ondulado, una blusa blanca con los hombros descubiertos, un pantalón de mezclilla en color azul claro (con un dobladillo propio de la época y unos tenis blancos. Si bien, no era lo más elegante, era cómodo. Por el estilo, deduje que no iba a ser una cita formal en un restaurante caro o algo por el estilo, sino algo mucho más sencillo. ¡Al menos no me tocó usar algo muy femenino! Unos aretes bonitos arreglaban mi rostro y resaltaban su atractivo.

—Ey, deja de contemplarte y córrele, que no tarda en llegar el otro niño.

—Es que... te quedó bien.

—¿Solo bien? Me quedó increíblemente bien, perfecto diría yo. Y mira que convertirte a tí de fea a hermosa no ha sido nada fácil. –Luego se río, como si lo que hubiera dicho fuera gracioso.

Me salí del baño, algo disgustado por el comentario que había hecho Gaby. Bajé por las escaleras, para ir a la sala, ahí estaba Ara también, sentada en uno de los sillones y escuchando música en un tocadiscos, algo que me soprendió, pues pensaba que en los ochentas lo único que se escuchaba eran cassettes y nada más, creí que los discos de vinilo estaban en desuso.

Mire la portada del disco, era de Soda Stereo.

Ella tenía los ojos cerrados, concentrada completamente en la música que se reproducía en el tocadiscos.

"No seas tan cruel, no busques más pretextos. No seas tan cruel, siempre seremos prófugoooos". Cantaba muy emocionada.

En eso, tocaron el timbre, lo que hizo que Ara me mirara con una mirada complice.

—No digas nada. –Luego de eso, siguió cantando.

Mi tío (ahora hermano) Pepe fue a abrir la puerta solo para recibir a un chico de cabello oscuro largo y ondulado, vistiendo una camisa gris, junto a una chamarra y pantalones de mezclilla y tenis azules. Igual de informal que yo.
El olor de su perfume me llegaba hasta mi nariz, y me hacía sentir bastante emocionada. Olía muy bonito.

—¡Isabel! Ya llegaron por tí.

—¿Me permitirías pasar, por favor, José? -El chico preguntó amablemente.

—¡No! –José (Pepe) respondió groseramente.

—¡Pepe! ¡Deja pasar al niño! –Gaby gritaba desde la cocina.

Al final, el joven, que parecía tener mi edad, pasó a sentarse a la sala, mientras era comido por la mirada asesina de Pepe.

Posteriormente, bajó mi papá de su habitación a hablar con el muchacho. Me obligó a ir a mi habitación a esperar a que tuvieran una "plática de hombres", mientras que a mi hermana, la obligó a quitar su música. "Persiana Americana" sonaba cuando mi padre movió la aguja para detener la música. Yo no dije nada por temor a mi padre (antes, mi abuelo), siempre me había parecido alguien serio y enojado con todos. No lo conocí lo suficiente, pues falleció cuando era niño en mi vida como Julián, pero mi madre lo recordaba con cariño y según sus palabras, "era alguien muy amable, no sonría mucho, pero siempre estaba dispuesto a ayudar". Quién sí reprochó la desición fue Ara, pero mi madre intervino.

Al cabo de una media hora, mi padre me gritó con voz fuerte para que bajara y así lo hice, como ya mencioné, le tenía mucho temor y verlo vivo me atemorizaba más.

—Tu novio parece buen muchacho. Ya hablé con él. –Y luego, dirigiendose a él, añadió. —La traes a la hora acordada. Confío en que eres un hombre de palabra.

Al salir, el chico me saludó de beso en la mejilla, cosa que al momento me hizo sentir bastante incómodo.

—¿A dónde iremos? –Pregunté algo nervioso.

Él me tomó de la mano de manera suave, con un notable cariño y gentilmente la apretó, juntandola con la mía. Me sentía protegido, querido y consentido, sin duda, aquella muestra de cariño había despertado una pequeña reacción positiva en mí.

—¿No te acuerdas, Isa? Vamos a Plaza Dorada a jugar en las maquinitas, comer algo y luego, al cine.

—¿Plaza Dorada?

—Sí, ya lo habíamos acordado. ¿Se te olvidó?

—No, para nada. –Mentí, expectando una respuesta.

Caminamos desde mi casa hasta una parada de autobús para ir hasta Plaza Dorada, aunque, según mi conocimiento en calles, San Manuel (la colonia/fraccionamiento donde vivía) no estaba tan lejos, pero tal vez estaba equívocado.

En ese lapso, estuvo platicandome sobre lo que hizo en la semana y así, pude obtener información sobre lo que estuvo haciendo en toda la semana. Y lo siguió haciendo aún cuando ibamos en el camión, con todo y el volumen de la radio de éste.

—¿Entonces? ¿Cómo vas con la banda?

—¿Banda? ¿Cuál banda? -Aquella pregunta me había caído como balde de agua fría. Hasta ese momento recordé la guitarra eléctrica que tenía en mi cuarto.

—Ya no finjas, "el Chipilo" es mi amigo, ¿recuerdas? Él me cuenta detalles, pero siento que podría aprender más contigo.

Finalmente llegamos, y mientras bajabamos del camión, pensé en una forma de esquivar la pregunta. Muchas opciones pasaron por mí cabeza.

—Es que, es una sorpresa. –Sí, de tantas opciones, elegí la más tonta y fácil. Genio.

—Espero que lo valga. Pero, no quiero abrumarte con eso, seguro tienes mucho en tu cabeza, así que, vamos a alivianarnos.

Entramos y pude notar muchos cambios, como el hecho de que no se cobraba el estacionamiento, o una tienda de ropa inexistente en mi época, así como tiendas que evolucionaron o cambiaron con el pasar del tiempo.

Una vuelta al pasado (TG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora