Capítulo 8.- ¿No soy el único?

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—Te lo agradezco mucho, Toño. –Le dije, tomando los dulces y guardandolos en mi portafolio-bolsa.

—Me preguntaba si estabas libre el viernes, ya sabes, para una salida. Podemos ir a Disco Patín y después por unas hamburguesas a Hamburguesas Búfalo.

Conocía perfectamente el local, pues se mantenía vigente en 2024. Ese local era uno mexicano (o al menos, lo parece para mí, mi opinión no ha cambiado) donde preparan (aún lo hacen) unas excelentes hamburguesas, de tamaño enorme. No le compite nada a McDonald's, y supongo que en ese año, menos.

—Te lo agradezco, Toño, pero Daniel y yo ya estamos saliendo. –le respondí. Al menos, ya sé dónde podríamos ir a comer en familia el próximo domingo.

En ese momento, llegó a mi salón Araceli.

—Bueno, Chipilo, ya te dijo que no, ya es hora de que te vayas.

Abro un paréntesis aquí para aclarar que Chipilo es una comunidad a las afueras de Puebla, fundada por italianos. La gente que vivía ahí, generalmente se casaba con gente del pueblo y aunque no era bien visto, había unos pocos que se casaban con gente “mexicana”, aunque los chipileños eran en teoría, mexicanos. Es por eso que muchos chipileños eran (y en 2024 siguen siendo) güeros y de apellidos italianos.

Volviendo a la narración. Ara me tomó de la mano, interrumpiendo mi partida de UNO y caminando conmigo por todo el complejo, mostrandome cada parte del lugar, que contaba con un estilo novohispano, pues era un edificio centrico y era muy antiguo. Me contó incluso de las leyendas del lugar y lo que se contaba de algunos maestros. Finalizó diciendome que la esperara a la salida en la puerta principal.

Volviendo de receso, noté que Pily era bastante buena en historia, mucho más que yo, era una destreza que me parecía maravillosa y envidiable a la vez. La velocidad con la que respondía preguntas y daba datos históricos como nerd.

Terminaron las clases y por fin pudimos salir, pero antes de que pusiera un pie fuera del edificio antiguo, Pilar me llamó. “¿Puedo hablar contigo?” fueron sus palabras exactas. Me llevó a otro lado de la escuela, y yo pensé que posiblemente se me iba a declarar, o cualquier otra cosa, de cualquier modo estaba preparado para correr por si ocurría algo.
Al estar frente a frente, me dijo algo que hizo que recorriera un terrible escalofrío en mi espalda.

—Tengo algo que decirte, Julián.

—Lo que sea, Pil... –Ahí, caí en cuenta que había mencionado mi verdadero nombre.

—¿Pilar? –Por un momento pensé que era aquella anciana que me había topado en el centro.

—No. Mi verdadero nombre es Manuel. Estoy enterado de tu condición, viajero. Dejame platicarte: al igual que tú, yo fuí envíado a este año. Lo que nos diferencia a tí y a mí es el hecho de que yo vengo del pasado. Para ser eapecífico, vengo del año de mil novecientos sesenta y nueve. Es increíble como subieron los precios.

Mi primer reacción, fue una de genuina sorpresa. Luego, lo abracé, como si no lo hubiera visto en años.

—¡No soy el único! Gracias por decirme.

—Ambos debemos ayudarnos. No he terminado de hablar.
Y continuó:

—Yo también hablé con aquella anciana, la cuál me comentó que los propósitos son indivuales. Yo no puedo saber el tuyo, así como tú no puedes saber el mío; sin embargo, de alguna manera, debemos ayudarnos a resolver aquellas cosas a las que ella llama “propósito”.

—Ahora estoy más confundido que antes.

—No te preocupes, estoy en las mismas. Iré a tu casa el sábado para ayudarte con eso. A final de cuentas, ambos estamos metidos en este lío de alguna manera, ¿no?

Me dí cuenta de la hora y me despedí de Pily/Manuel, con una sensación de alivio, pues ahora no estaba tan solo después de todo. Después de eso, fuí con Ara hacia la salida, quién estaba preocupada, puea había pasado poco más de media hora. Mientras bajaba la escalera, ví a una chica de cabello castaño y algo en ella me hizo hablarle, pero me arrepentí a último momento y me detuve, al voltear, en su lugar estaba un joven con chamarra de mezclilla.

—¿Dónde estabas, niña? Me tenías con el Jesús en la boca. –Ara al verme me abrazó de inmediato.

—Lo siento, me quedé platicando con Pily sobre algo de último momento.

Estaba dudando sobre contarle aquello que había descubierto o mantenerme callado y ocultarlo. Me decidí momentaneamente por la segunda opción, hasta que considerara viable el decirle.

Al no llegar nadie por nosotras, tuvimos que caminar hasta el Zócalo para tomar el camión, cosa que me extrañó, pues en mi época los camiones no pasaban por ahí. El autobús que nos llevaba, era uno al que le decían “El Palmas”, y estaba demasiado lleno que tuvimos que ir de pie. Afortunadamente para ambas, no sufrimos acoso.

En el trayecto, Ara iba escuchando música por medio de un walkman, con audífonos conectados a él. Mientras tanto, yo seguía pensando en aquello que me había dicho Manuel.




















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Una vuelta al pasado (TG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora