Capítulo 6.- Confesión.

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Luego de explicarle un buen rato, sobre el quién era exactamente y mi misión ahí, lo que esperaba de ella era ayuda, pero solo me miraba con extrañeza.

—Mira, yo sé que no me crees, pero es la única verdad. No tengo una manera de probarlo, más que decirte cosas que pasarán en el futuro, pero no sé si con ello vaya a cambiarlo o alterarlo.

Ara ahora estaba de espaldas contra la pared y en cuclillas, alejada de mí, con sus manos aferradas a su cabeza.

—No, no, no, no. ¡Eso no tiene sentido, María Isabel! ¿Te das cuenta? No puede tenerlo.

—Lo sé, y te pido perdón. Pero... ¡ya no importa! ¡Lo diré! En mi época la URSS ya no existe, ahora es Rusia y un montón de países pequeños. La tecnología avanzó bastante, en un dispositivo hay: teléfono, mensajería, fotografía, reproductor de música y radio, reproductor de vídeos, y muchas cosas más. Ah... ¡mataron a Colosio en el 94! La guerrilla, la presidencia del PAN, el que le quitaran tres ceros a la moneda... ¡Muchas cosas! –En ese momento no me importó el efecto de esta desición, ni las repercusiones que tendría en el futuro.

Araceli solo se me quedó mirando, como si lo que dijera no tuviera el más mínimo sentido. Luego, me hizo otra pregunta.

—Bueno, supongamos que es verdad, pero, ¿cómo confirmas que en realidad eres un chico?

—Eso es sencillo. –Comencé a explicarle que no sabía como funcionaban muchas cosas, como el periodo, y en su lugar, le expliqué con exceso de detalles el como se sentiría un golpe en la entrepierna de un hombre.

—Entonces, ¿desconoces que Isabel tiene un periodo irregular?

—¿Qué es eso?

Posteriormente estuvo explicandome todo lo que era el periodo irregular, y cómo funcionaba en el cuerpo femenino. Pareciera que por un momento, se le hubiese olvidado que no estaba hablando con la Isabel real, hasta que terminó.

—Disculpa. Son muchas cosas que procesar, y yo... necesito pensarlo, ¿sí? Isabel, Julián o cómo quiera que te llames.

Luego se levantó del suelo, abrió la puerta y me dirigió una mirada que nunca volví a ver en ella: miedo. Mi tía no era alguien que tuviera miedo, pero ahora, parecía aterrada de mí, de la idea que pudiese tener sobre lo que era o sobre quién era realmente.
Me tocó cerrar la puerta, pero antes de hacerlo, Gaby entró.

—Oye, ¿no sabes que le pasa a la loquita de Ara? La noto rara, como ida.

—Ni idea. –Traté de disimular.

—¿Tuvo que ver con su novio?

—No lo sé.

—Bueno, confío en que dices la verdad. Iré a platicar con ella.

—No, creo que lo mejor es dejarla tranquila.

—Bueno, a lo que venía realmente era a esto. –Dicho eso, me dió un zape que me acomodó las ideas de mi cabeza. —Ah, y también vine a preguntarte, porque dice mi papá que si quieres tamales o tacos para cenar.

—¿No se pueden ambos?

—No, Isa. Aunque... te puedo invitar un tamal de dulce si me dices que sucedió con Ara. Ándale, son de los que tienen cremita en lugar de pasas.

Suspiré, rendido. Tenía hambre, pero bajo ningún motivo Gaby tendría que saber el conocimiento nuevo adquirido por Araceli, aunque, podría mentir por comida.

—Bien, te diré. Pero no le digas que yo te conté, ¿va?

—Bueno, cuenta el chisme, Bel.

Le inventé una historia sobre un novio que tenía Ara, todo gracias a los recuerdos de mi madre.

—Mírala, qué condenada la Chely. Bueno, a final de cuentas no fue totalmente su culpa. Aunque eso de regresar con él, no me parece lo mejor.

Cuando se fue, pude tener algo de paz para pensar mejor en todo lo que había pasado a lo largo del día. Sirvió para reflexionar sobre las futuras decisiones que tendría con lo que vendría siendo mi familia actual. ¿Qué sería aquello que no disfrutó mi madre? Pensé que pudo haber sido mi nacimiento, pero eso todavía estaba dieciséis años distante. En eso, la puerta de mi cuarto se abrió, Gabriela traía en su mano un plato de porcelana en color café, y sobre él, un tamal rosa, de dulce.

—Cómetelo mientras todos están abajo, les dije que estabas ocupada con algo de area para mañana, pero ya sabes como es nuestro maravilloso padre, así que, no tardes mucho.

Disfruté del tamal, aunque lo hubiera disfrutado más con una torta. Sí, me gusta comerlo con torta aunque sea masa con más masa, al parecer, fue un gusto que compartía con mi madre.

Luego de terminar, bajé al comedor, donde ya me andaban esperando. Pude notar que habían movido el mueble donde estaba la tele y con ello, también movieron la antena de ésta. En televisión aparecía un señor pelón de enfrente y con lentes enormes diciendo “aún hay más”, y posteriormente, comerciales.

—Pues canta bastante bien.

—No, yo digo que aún le falta. No le sabe.

En la mesa, Araceli tenía puesta su mirada en mí, atenta a todo lo que yo hacía. Mi deducción era que trataba de confirmar lo que le había dicho, notando cambios en mi forma de comer. Pero, no lo sabría, porque, ¿quién se fija en los detalles? La manera en la que tomo la tortilla o enrollo el taco, el tiempo en el que tardo de comer un bocado.

Luego, mi madre se acercó a Araceli y a mí. Creí que Ara le había contado la verdad, pero en lugar de eso, nos abrazó, nos bendijo y nos mandó a dormir, bajo el pretexto de “mañana tienen escuela”. ¡Escuela! Otra cosa más con la que tendría que lidiar, que ya lo hacía, pero ahora en el cuerpo de mi madre. ¿Falda? Yo no quería usar falda, pero eso era cosa que vería el Lunes.






A la autora le gustan las tortas de tamal. Sí, merece sus mejores insultos, pero es feliz.

Nota 1: El futuro no se verá afectado por la confesión sobre los eventos que dijo Julián y más tarde (casi al final) se verá porqué.

Nota 2: La idea de explicar las sensaciones del hombre, fue inspirada en un capítulo de “Quantum Leap”.

Nota 3: El pelón era Raúl Velasco, conductor de Siempre en Domingo, programa nocturno de los domingos (duh), donde generalmente los artistas cantaban (hacían playback XD) o promocionaban canciones.

Una vuelta al pasado (TG)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora