Tras 97 años en el espacio debido al apocalisis nuclear, 100 jóvenes reclusos de El Arca obtienen una insospechada oportunidad de redención y la posibilidad de reescribir el futuro de la Tierra. No obstante, su llegada a un planeta que ha evoluciona...
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El sonido de una rama rompiéndose me despertó al instante. Abrí los ojos escudriñando todo el lugar en busca de algo extraño, algunas grietas dejaban entrar luz del exterior y pude observar con claridad todo alrededor, hasta que al final en la entrada de la cueva, una niña estaba de pie observándome en silencio.
Me recompuse lentamente hasta ponerme de pie.
- ¿Hola?
Mi voz salió algo ronca. Supongo que era terrestre, tenía un aspecto algo sucio y ropa de cuero, su cabello era lo que más llamaba la atención porque estaba algo despeinada. Di unos pocos pasos tratando de acercarme a la niña manteniendo mi vista fija en ella, parecía inofensiva y no había señales de que portara algún arma. Sin embargo, cuando ya estaba más cerca de ella, camino fuera de la cueva y decidí seguirla sin dudarlo.
- Espera.
Al salir, pude detallar que aún no había salido el sol y la madrugada estaba muy fría. Me generaba mucha curiosidad saber a dónde se dirigía o a donde me llevaría, por lo que, camine con sigilo siguiéndola en medio del bosque hasta que se detuvo en un claro e imite su acción.
Se giro sobre su eje para observarme y señalar algo detrás de mí. Mis alarmas se prendieron cuando escuche ramas crujiendo detrás de mí y al girarme para averiguar de que se trataba todo, una el filo de espada atravesó mi abdomen.
Me quede en completo shock.
Aguante la respiración unos segundos analizando lo que estaba pasando y al levantar la vista, pude observar a un hombre grande y musculoso sosteniendo la empuñadura con fuerza y enojo, podía verlo en sus ojos a través de la mascara que portaba. La boca me supo a sangre, la podía sentir acumulándose allí hasta que tuve que escupirla.
- ¡Katrina!
Sentí que el aire volvió a mis pulmones y abrí los ojos asustada. Cuando fui consiente de lo que estaba pasando, traté de regular mi respiración, pero era casi imposible.
Bellamy estaba frente a mi de cuclillas, al verme tan asustada no tardo en tomar mi mano y llevarla hasta su pecho, donde se encontraba su corazón y sin emitir ninguna palabra, empezó a ayudarme a controlar mi respiración. Inhalaba y exhalaba controlada y lentamente, sintiendo el latir de su corazón bajo mi palma, era tranquilo y pausado, de alguna manera eso sirvió para tranquilizarme.
