Detestaba el tráfico de Philadelphia. Casi siempre llegaba tarde al trabajo por el puto tráfico. Al menos eso es lo que me digo a mí misma para no sentirme tan irresponsable, la verdad es que si saliera de casa al menos 20 minutos antes podría evitar este tipo de percances. La puntualidad era mi eterna enemiga.Ya para nadie en la fábrica era sorpresa verme llegar unos minutitos atrasada, corriendo como loca para llegar a mi puesto antes que algún jefe me viese. Pero ya me la tenía ganada. El supervisor ya me había advertido que si Alex volvía a saber de mis tardanzas posiblemente sería la última que me pasaban. Así que cuando en el gran estacionamiento de la fábrica vi ese BMW negro como la noche estacionado en la parte más despejada de todo el parqueo, mi corazón dio un vuelco. Ese era el auto de Alex, lo cual significaba que hoy le tocaba ronda en esta fábrica y que me vería llegar tarde, en otras palabras tal vez mi último día en Body & More.
Parquee mi auto, recogí mis cosas y me dirigí con pasos enérgicos y apresuraros hacia la entrada de la fábrica. El lugar no era tan grande. Las tiendas Body & More vendían todo tipo de fragancias para el baño y el cuerpo. Tenían innumerables sucursales en todos Los Estados Unidos y varias fábricas en distintos estados pero esta era una de sus fábricas más pequeñas ya que solo se encarga de los logos y etiquetas y pedidos.
Mi trabajo era muy tranquilo en realidad, yo me encargaba de responder las llamadas y los correos de las entregas y pedidos. Habían días muy estresantes, esos cuando bombardeaban el teléfono y me reventaban la bandeja de entrada con correos, pero or lo general muy tranquilo. Mi puesto era un pequeño cubículo en el primer nivel, y para llegar a el tenía que pasar por la oficina del gerente ya que mi cubículo estaba justo en la parte de atrás muy cerca de la cocina. Lo cual significaba que si el gerente estaba aquí me vería llegar tarde.
En la entrada saludé a Marcos el jefe de seguridad con un leve movimiento de cabeza quien me miró con cara de otra vez tarde Amira. Apresuré mis pasos y justo al doblar la esquina del pasillo donde al final estaba mi cubículo, salió Alex de su oficina. Estaba de espaldas a mi con un montón de papeles en las manos. No lo pensé dos veces; escondí mi bolso detrás de la impresora que tenia al lado y fingí estar recogiendo unos papeles en la impresora.
– Buenas tardes, Jefecito. Como le va hoy? – saludé con mi cara más dulce a un Alex que me miraba para variar, y nótese el sarcasmo, muy serio.
– Bien, Amira – se giró y se quedó viéndome con impaciencia. Como siempre iba muy bien arreglado. Con una camisa azul cielo y pantalones de vestir oscuros. Todo en el era muy pulcro a excepción de su pelo, era indomable. Sus rulos parecían gobernarse solos, y eso le daba un toque más juvenil. Siguió caminando y pensé que me había librado de esta, pero al pasar por mi lado se detuvo y dijo en tono cortante – la próxima vez que llegues tarde será la última, Amira. Creo que el superviso ya te habrá notificado sobre eso.
Trágame tierra, se dio cuenta.
– Lo siento jefecito, no volverá a pasar. No lo hago a propósito, soy muy responsable lo juro. Pero es que justo hoy no se imagina lo que me pasó; yo venía de camin... – interrumpió mi discurso, gracias a Dios, y me despidió con un simple gesto de las manos.
– Amira, tienes muchas llamadas por atender – y sin más se fue. Como dije, el es todo un cielo.
Recogí mi bolso del suelo y dejé los papeles en su lugar para dirigirme a mi puesto de trabajo. Había hecho lo posible por hacer de mi cubículo un espacio acogedor, pero eso es muy difícil cuando compartes es el espacio con un desconocido de otro turno. Está eran algunas de las cosas que me hacían odiar mi trabajo. Me encanta tener mis espacios para mi sola. Encontrar cada cosa donde la deje y tener siempre todo en orden, pero la persona del otro turno no pensaba lo mismo. Siempre dejaba el cubículo hecho un desastre y no importaba las veces que me había quejado con el supervisó y las notitas muy educadas que había dejado pidiendo que por favor dejase el cubículo como lo encontraba al llegar, cada día era igual. A veces me daban ganas de venir en el turno de la mañana para conocer a ese ser salvaje que dejaba el cubículo hecho un desastre.
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Vacío
TeenfikceEl: Esta tan vacío, tan desierto aquí y es tan grande el abismo que ni siquiera ella con toda esa luz esas ganas de vivir, esa magia, esa locura y sus increíbles aventuras podrán llenarlo. Creo que es tiempo de marchar, pero... será que ella si pued...