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Liam abrió los ojos y volvió a cerrarlos rápidamente. Aún estaba oscuro. Bien podría intentar conciliar el sueño de nuevo y...

Un sonoro ronquido interrumpió sus pensamientos. Miró a su lado izquierdo y consultó el reloj: 5:40 de la mañana. Luego miró a su lado derecho y vio a su hermano Pato durmiendo a su lado, roncando con la fuerza de un motor. Frunció el ceño y lo sacudió un poco. Pato dejo de roncar pero no se despertó.

La noche anterior se habían quedado despiertos mirando películas de terror hasta que se que quedaron dormidos. Liam no recordaba haber apagado la televisión y seguramente Pato (que dormía como un tronco sin importar el ruido) no había sido tampoco. Probablemente papá Checo o papá Max se habían levantado a apagarla. Era algo común en ellos.

La ronda de ronquidos de Pato volvió a comenzar y Liam suspiró. De cualquier modo, siempre despertaba a las seis de la mañana, unos minutos menos de sueño no le harían daño. Con cuidado se levantó de la cama y cubrió a Pato con las mantas. Luego salió de la habitación y camino en silencio por la casa desierta hasta la cocina.

Se preparó un café, asegurándose de dejar la cafetera llena para los siguientes en despertar y subió las escaleras hacia las habitaciones.

La de Pato era la primera del pasillo, y sus ronquidos sonaban incluso con la puerta cerrada. Eso había sido alguna vez objeto de algunas discusiones, pero la familia había terminado habituándose al ruido. Liam sonrió y siguió avanzando.

La siguiente puerta era la de sus padres. Escucho un ligero murmullo en el interior. Desde que Max y Sergio habían dejado de tener niños pequeños pasaban mucho tiempo platicando, libres de tener que cuidarlos a cada momento. Entonces a veces sus padres se despertaban temprano y se quedaban en la cama hablando, aunque honestamente Max era el que hablaba hasta por lo codos y Sergio lo escuchaba.

Pasó por la única puerta abierta del pasillo; la de su hermana Elba. Nunca dormía con la puerta cerrada, una costumbre adquirida desde la niñez cuando fue la única persona en esa casa que siempre tuvo una habitación para ella sola y corría a la habitación de quien fuera cundo tenía miedo. Liam se asomo discretamente y vio a su hermana durmiendo, boca arriba, como la Bella Durmiente. En el escritorio pulcramente ordenado de un lado estaban sus libros recién comprados, ya que en unos días iniciaría su carrera en Ingeniería Química.

Pasó por la habitación de su hermano menor, que aún estaba vacía por que Noel se negaba a dejar de compartir habitación con Santiago. Santiago, que dormía en la siguiente habitación, tampoco parecía querer dejar de convivir con él, pero era un hecho que tendrían que separarse cuando Santiago entrara a la universidad. Había logrado entrar a Medicina y en un futuro requeriría su habitación individual para descansar y estudiar sin interrupciones, o eso había dicho papa Checo.

Finalmente llegó a la suya, ubicada hasta el fondo del pasillo. Abrió la puerta y entró. Dejó su taza en una cómoda y abrió las cortinas, para que entrara la luz cuando amaneciera. Abrió su clóset y frunció el ceño.

Hoy era especial. Llevaba varias semanas esperando pacientemente por este día. En realidad, la noche anterior apenas le había prestado atención a la película por la emoción que sentía.

La puerta de la habitación de Liam se abrió. Pato entró, completamente adormilado y lo miró con aire acusador. Se miraron en silencio un rato hasta que por fin Pato se dirigió a la cama de Liam y se acostó, cubriéndose con las mantas.

Liam movió la cabeza y siguió mirando el clóset. Saco un par de camisas pero las devolvió rápidamente. Repitió el mismo movimiento con algunas más. Estaba evaluando un suéter ligero cuando escucho la voz pastosa de Pato:

Remains the SameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora