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Iguro esta totalmente enamorado de Tomioka

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Iguro esta totalmente enamorado de Tomioka.

Pero se atreve a negarlo.

Aun que se fija en sus hermosos orbes zafiro, sus delicadas facciones que podría observar el día entero. Sus mejillas que eran más pomposas que la de cualquier otro hombre, su mirada que en realidad daba tranquilidad. Sus manos que tenían un tacto sumamente suave, su sonrisa (porque sí. Lo vio sonriendo cuando comió algo que no sabe que es). Adoraba hasta el más mínimo detalle de su ser. Sobretodo su personalidad. Claro que el "no soy como ustedes" estaba excluido de ahí, pero aún así. Era cariñoso, el lo deduce. Y también deducio que Tomioka no sabe expresarse, así que no sabía decir las cosas. Pero no importaba, ¡Claro que no! No importaba si Tomioka decía cosas que se podían malentender, lo adoraba. Adoraba sentarse, pararse o acostarse enfrente de él y poder observar cada detalle del ojiazul. Sabía que no solía mover mucho sus ojos, ya que no se solía interesar en lo demás. Sabía su lenguaje corporal. Cuando estaba incómodo solía tener la mirada más abierta y se fijaba en algo, no como normalmente lo hace. Cuando está feliz, aunque no sonrie, suele tener la mirada más suave y su cuerpo deja de estar tan tenso como suele estarlo usualmente. Cuando está enojado... eso si lo demuestra. Solo que no suele enojarse seguido, es alguien que debe de sentirse explotado para poder sacar sus sentimientos al aire.

Iguro ama a Tomioka.

Tomioka también lo ama.

Ama sus ojos heterocromaticos, ¿ve mal por uno? Eso deduce de su ojo izquierdo, Giyuu cree que ve borroso por como esta esté. Ama cuando este sonrie, ya que sonrie primero con los ojos. Nunca ha visto su rostro al descubierto, pero le da igual. Aun así este tuviese un rostro horrible, lo seguiría amando. Porque, sabe perfectamente que él no se ha fijado únicamente en la apariencia de Iguro. No, ha visto más allá de eso. Su alma, esa preciosa alma que era tan sensible... cubierta por una capa de frialdad. Sabía que Obanai decidía actuar como alguien que no era por su rango, después de todo, ver a un hombre siendo alguien realmente sensible no era bienvenido ante los demás. Pero, ¿es que Iguro merecía ser juzgado por eso?

ˏˋ°•*⁀➷

Las estrellas eran el único testigo de aquel amor que compartían ambas almas. La compasión y admiración que sentían el uno por el otro.

La Luna ni cuenta se daba, prefería cuidarlas. Cuidar a sus hijas, quienes ciegas por la curiosidad sobre saber más del amor, pasaban todas las noches observando a aquellos amantes no deseados.

El sol, ese detestable brillo que lamentablemente se lo daba a la Luna. Sin él no se podría vivir. Pero también es un chismoso.

Las estrellas tienen cierto parecido con el. Después de todo, ambos son estrellas. ¿El Sol podría considerarse su padre?

Quizás.

El sol. Esa estrella tan grande como brillante, testigo de dos amantes.

Era común para el poder apreciar el amor. Sabía hasta el más mínimo detalle de este.

Pero, ¿alguna vez había presenciado el verdadero amor? Aquel que te hace parecer idiota.

No, jamás lo había hecho

Pero ese "jamás" desapareció al llegar ese bello y dulce día.

Aquel en el que Obanai, decidido se confesaría.

(N/A: no soy muy bueno con la poesía).

“Flores ha criado, pero jardines ha creado. ¿Es que no se da cuenta de que también es amado?

Con el corazón en la mano, decide no soltar su llanto.

Un nudo en su garganta impide que el sonido de su voz salga, pero aún así no le da importancia.

Con la confianza avanza, teniendo hasta la más pequeña pizca de esperanza.

Su amor le declara, mientras su corazón se exalta. Su mirada desviada es la única extraviada.

Pero, al final, sus sentidos vuelven a si. Puesto que su contraparte le había dicho un largo "sí".”

(N/A: bua perdón quedo horrible)

—Ne ne Giyū, ¿realmente me harías el honor de ser tu pareja?

—Claro que sí, Nai.

Tomó la mano del mayor, atrayendola a su pecho.

—Me pusiste muy nervioso. Me estabas mirando feo y creí que era una broma. — El menor río

—Lo siento Obanai — Sonrió. Esa cálida sonrisa que tanto había deseado causar.

Por fin lo había hecho.

Ahora podría hacer más.

El sol, como único testigo del amor, sonrió.

Se lo compartiría a la preciada Luna, para así, esta decírselo a sus hijas.

¿En que parte dicen que el Sol no las trataba como las suyas?

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𝐒𝐄𝐑𝐏𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄 𝐌𝐀𝐑𝐈𝐍𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora