No era la primera vez que el dedo acusatorio de la muerte lo señalaba con desdén, pero sentía una culpa mayor que en ese entonces justificó con su ingenuidad. Sherlock tenía cinco años, ambos volvían de jugar en el lago cuando un pequeño perror color azabache saltó de entre los arbustos; estaba muy flaco y sus dientes eran muy pequeños, intentó jalar sus pantalones pero lastimó su hocico en el intento. Mycroft estaba apunto de golpearlo con una piedra cuando su hermano abrazó al animal y lo llenó de caricias.
Hasta ese entonces, Sherlock era un niño bastante serio pues sus grandes dotes de inteligencia empezaban a desarrollarse y sus padres lo mantenían ocupado en actividades para cultivarlos; pero en ese momento, era como cualquier infante teniendo un momento de diversión genuina. Mycroft sabía que no estaba bien dejar que su hermanito ( y mucho menos él mismo) tomasen esas libertades pues según su padre, los distraerían de su brillante objetivo; pero si sacaba a Sherlock a escondidas para que jugara en el agua ¿por qué no lo ayudaría en esto?
Pronto descubrió el por qué. Un día, llegaron a casa cuando el sol ya se había ido, habían perdido la noción del tiempo jugando con el perro; trataron de hacer el menor ruido posible pero fueron descubiertos por su padre quién golpeó a Sherlock y lo encerró en su habitación mientras que para Mycroft tuvo un castigo muchísimo más severo.
Lo obligó a llevarlo hasta donde el perro solía esconderse, cargando una bolsa con carne y alas de pato. Mycroft llamó al animal y este, feliz de ver a su amigo humano con un regalo corrió hacia él, las lágrimas se acumulaban en sus ojos pero tenía prohibido llorar.
El perro devoró con gusto el alimento ofrecido, ladrando y agitando su cola para mostrar gratitud. Pero cuando las alas de pato estaban punto de quedar en huesos, la criatura empezó a aullar y patalear violentamente, revolcándose en el suelo mientras golpeaba su estómago; miraba a Mycroft, suplicando con ayuda con sus ojos pero el hijo mayor de los Holmes solo pudo contemplar su sufrimiento hasta que terminó.
"Era necesario" había dicho su padre. Pero la culpa no lo abandonó sino hasta varios años después.
Ahora, frente al mismo panorama recordó la severa frase de su padre. Pero ahora, no sentía remordimiento alguno. Eso lo asustaba y por eso estaba tan desesperado de encontrar otra respuesta en el fondo de su mente o en su conciencia pero su cabeza aún palpitaba de manera tan agresiva que no le permitía encontrar nada.
-¡Mycroft!
Era casi poético escuchar su nombre y sentir que al fin tenía un momento de lucidez. Pero no había espacio para la belleza cuando sabía a quién pertenecía la voz que lo llamaba y él estaba delante de la persona que había asesinado.
Si hubiese sido cualquier otra persona, saltaría de inmediato a defenderse, a apelar a su condición. Pero esos ojos verdes podían ver a través de él, de nada servía ocultar la verdad aunque eso significaba que ya no volverían a mirarlo nunca más.
Permaneció en silencio, aún contemplando el cuerpo de su víctima hasta que esa voz se hizo más fuerte y un cuerpo, cálido al fin apareció en la escena.
-Mycroft ¿qué fue lo que sucedió?. Estas empapado en sudor y ¡oh por Dios! Tu pierna se ve horrible
Albert se acercó a él de la misma manera en la que lo hizo la primera vez que se vieron; su presencia tomando un tinte angelical frente al desastre que Mycroft era en ese momento. Era extraño, había sangre y sesos esparcidos en el suelo, cualquier persona estaría atacando con preguntas al respecto pero no Albert, parecía que lo único que existía para él era el peli azul, lo único importante era curar sus heridas. Eso oprimió el pecho de Mycroft y martilleó su cerebro con más fuerza.
-Albert, basta. Por favor, te ensuciaras
No podía volver a ver así al castaño. Su traje, su sola existencia, manchada de sangre. Solo le traía recuerdos de aquel día y avivaban los sentimientos de venganza y liberación que inundaban su conciencia y que tanto quería ignorar.
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Mi verano con Albert - Alcroft AU
AlteleMycroft Holmes, brillante estudiante con una pesada carga en sus hombros se quiebra ante la presión de la universidad y de ser ahora el tutor legal de su hermano menor; sólo esperaba terminar sus estudios para iniciar una vida mejor. Todo cambia aqu...