La mañana siguiente me desperté con una sensación de expectativa inusual. Sentía nervios al pensar en regresar a la cafetería y ver al chico de la cafetería.
Me preparé con más esmero de lo habitual, eligiendo cuidadosamente mi ropa y peinándome con un poco más de cuidado. El porqué hacía eso no lo sabía con certeza, decidí cambiarme ya que lo que me había puesto no era muy yo. Decidí ponerme unos jeans negros y una blusa blanca.
—¿Qué me está pasando? —dije para mí misma—. No me puede gustar, apenas lo conozco, ni siquiera sé su nombre.
—¿De quién? —pegué un brinco; mamá había entrado a mi cuarto. Hice como si no hubiera escuchado lo que me preguntó—. ¿Despierta tan temprano? Me ganaré la lotería o por qué ese milagro.
—Pasaré por mi café de siempre y no quiero llegar cuando haya muchas personas, y así no llego tarde a la escuela.
—¿Café? Pero si tú llevas el café de casa.
—Sí, pero era porque no me levantaba temprano. Ahora sí, bueno me voy, bye —le dije a mamá saliendo de mi habitación y de la casa.
Aunque lo que le dije a mi mamá fue completamente una mentira, ya que había decidido llegar temprano a la cafetería, con la esperanza de poder hablar con él. Mientras caminaba bajo el cielo nublado, mis pensamientos giraban en torno al chico de la cafetería. «¿Quién era realmente? ¿Qué pensará de mí?», estaba nerviosa, pero también emocionada.
Al llegar, el sonido familiar de las tazas y el aroma del café recién hecho me recibieron como un cálido abrazo. Mis ojos recorrieron el lugar con la esperanza de volver a encontrarlo, pero solo vi al señor de siempre.
—Hola Eloise, ¿lo de siempre? —dijo el señor.
—Sí, lo de siempre, por favor —dije con una sonrisa amable.
Quería preguntarle sobre aquel chico, pero ¿qué tal si pensaba que me interesaba? Aunque sí me interesaba, pero no.
Llegué un poquito temprano a la escuela, más de lo normal, pero ahí estaba una de mis amigas, Sadie; ella siempre llega temprano. Poco después llegaron dos amigas más, Maya y Farah.
—Eli, ¡qué milagro verte aquí tan temprano! —dijo Sadie, sorprendida.
—Sí, hoy me desperté con tiempo de sobra —respondí, tratando de sonar casual.
—¿Ocurre algo? Te noto más feliz de lo normal —preguntó Farah con una mirada inquisitiva.
—Bueno... es que conocí a un chico en la cafetería y quería volver a verlo —confesé, sabiendo que mis amigas no me dejarían en paz hasta saber la verdad.
Maya, con una sonrisa traviesa, exclamó: —¡Tenemos que conocerlo también! ¿Cómo es?
Les conté lo que había pasado, incluyendo mi pequeño encuentro con él y cómo me había sentido al verlo. Mis amigas, emocionadas, decidieron que teníamos que hacer un plan para conocerlo.
—Hoy después de la escuela vamos todas a la cafetería —dijo Farah con determinación—. Así podemos verlo y tal vez alguien quiera hablar con él —mirándome.
—¿Qué tal si no está? —pregunté, un poco preocupada.
—Entonces averiguamos dónde está y volvemos más tarde —dijo Farah, segura de sí misma.
La idea del plan me hacía sentir nerviosa, pero también emocionada. Pasé el resto del día esperando que llegara la hora de salir de la escuela. Mis amigas estaban igual de ansiosas, y cuando finalmente sonó la campana, salimos juntas hacia la cafetería.
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Algo llamado amor
RomansaCada historia tiene su rumbo... pero no todos terminan bien, pero ¿que tal si este termina aún peor?, o talvez, ¿aún mejor?