El sonido de la música tiene mi cuerpo temblando de lo alto que está el volumen, pero no importa, me gusta. Muevo mi cuerpo a su compás y me olvido de todo, de mis problemas familiares, mi falta de trabajo y el estrés que he estado enfrentado en la última semana, olvido todo.
Soy una más en la horda de personas que llenan la discoteca, la temática de hoy es fiesta de máscaras y la gente se ha esforzado en cumplirlo, absolutamente todos tienen una máscara adornando su rostro, incluyendo el mío.
Bailo sola en medio de la pista, siento mi cuerpo flotar y me dejo llevar. No he tomado ni un solo trago de alcohol. No lo necesito, ya estoy embriagada, con la música pop es suficientemente, con dejarme llevar y relajarme es suficiente.
Me muevo al ritmo de la música por un largo rato, hasta que mis pies duelen y decido tomar un respiro. Pero unas manos se posan en mi cintura en el mismo instante en el que la canción cambia, mi piel zumba ante el contacto y la nueva canción me incita a seguir bailando con el desconocido a mi espalda.
Acerca su cuerpo al mío y siento su aliento en mi nuca, los vellos de mi sudorosa piel se erizan.
—Me gustaría que siguieras bailando para mí —murmura una voz profunda y grave en mi oído.
Me quedo paralizada procesando la exquisitez de su voz, en mi vida he escuchado algo tan excitante, casi gimo mientras una pequeña corriente se posa entre mis muslos.
Volteo y tengo que levantar la cabeza para poder verlo a la cara, es alto, muy alto, lo primero que veo son sus ojos que me roban el aliento en cuestión de segundos. Son de un azul intenso, oscuros, como el océano en la noche, la poca iluminación hacen que resalten bastante. Una máscara dorada tapa sus rasgos, solo deja descubiertos sus ojos, que me miran como si quisiera devorarme, consumirme desde dentro hacia afuera.
No le he visto la cara y estoy completamente segura de que es igual de devastadora que su mirada.
—¿Bailas para mí? —me pregunta al oído, está vez su olor llega a mi nariz y mi centro palpita.
«Joder, ni lo conozco y ya me estoy excitando con su voz y olor».
Mi cuerpo empieza a moverse solo, sigue el ritmo sensual y erótico de la música mientras se contonea contra el cuerpo de un desconocido. Un suave gruñido llega a mis oídos cuando cumplo su deseo, no estoy segura cómo llegué a escucharlo con lo alta que está la música o si fue mi imaginación, pero sin duda alguna es exquisito y puso mi centro a temblar.
Pongo mis manos en sus hombros, y las bajo hasta su pecho de mármol sin dejar de tocarlo, tiene músculos duros y sin poder evitarlo lo imagino desnudo, sé que sin ropa los podré apreciar mucho mejor que con ella.
—Solo un poco —digo a unos centímetros de su oído sin dejar de moverme—. Estoy cansada.
—No me sorprende, tienes más de una hora bailando.
Aprieta su agarre en mi cintura y empieza a moverse, siguiendo mis pasos.
—¿Cómo lo sabes? —pregunto.
—Robaste mi atención desde que entraste, pequeña, la mía y la de todo el maldito mucho —dice antes de deslizar sus manos hasta mis caderas y pegarme a su cuerpo.
Mi pecho se presiona con el suyo y así, tan cerca de él puedo oler aún mejor su perfume y siento sus más mínimos movimientos, hasta su respiración.
—¿Me estabas acosando?
—Más bien estaba siendo hechizado por ti.
—No soy una bruja para hechizarte.
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El arte de pecar
De TodoColección de relatos eróticos variados, desde encuentros prohibidos hasta encuentros furtivos. Sumérgete en el arte de pecar y explora estos relatos donde la lujuria es el protagonista sin importar sexo o religión.