°Incertidumbre en movimiento°

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Me veo a mí misma, más joven, sentada a su lado con los ojos cerrados, tratando de imitar su postura perfecta mientras meditábamos juntas. Sentía una paz profunda en esos momentos, una conexión que trascendía lo físico y me unía a algo mucho más grande.

Ahora, aquí estoy, en mi propio apartamento, replicando esas enseñanzas y sintiendo su presencia conmigo. Coloco mi tarot en una esquina especial de mi escritorio, recordando las veces que mi madre me enseñó a leer las cartas, a interpretar los símbolos y a confiar en mi intuición.

Finalmente, saco mi pequeño altar dedicado a Apolo y lo coloco en un lugar prominente de la habitación. "Bienvenido a tu nuevo hogar," murmuro, ajustando los detalles del altar.

Mientras organizo todo, siento una mezcla de emociones, gratitud por haber tenido a mi madre como guia de mi vida, tristeza por su ausencia, y una profunda conexión con ella a través de estas prácticas que me dejó como legado.

La espiritualidad es lo que me queda de ella, una herencia que atesoro.

Más tarde, después de haber organizado mis cosas espirituales, me dirijo a la cocina para hacerme un café. Mientras espero que la cafetera termine, empiezo a pensar en las cosas que me faltan para mi nuevo hogar.

Abro la heladera y tomo nota mental de lo que necesito comprar: más verduras, algunas frutas, y definitivamente más leche.

Con el café listo, me dirijo al sillón y me dejo caer con un suspiro de satisfacción. Sin embargo, pronto empiezo a sentir un frío extraño, un frío que me cala los huesos. Miro la hora en el reloj y me sorprendo al ver que son apenas las 5 de la tarde.

"No es tan tarde," murmuro, extrañada por el frío repentino. Dejo el café en la mesa, cerca del sillón, y me levanto para ir a mi habitación y ponerme un abrigo.

Al regresar a la sala, noto algo extraño bajo la taza. Un portavasos. Frunzo el ceño, intentando recordar si lo había puesto allí antes, pero no puedo recordar haberlo hecho. Decido ignorarlo y me siento de nuevo en el sillón, encendiendo la televisión para distraerme mientras tomo mi café.

Sin embargo, el frío no cede. De hecho, parece intensificarse. Me froto las manos para entrar en calor, pero es inútil. Finalmente, decido que necesito encender la calefacción.

Me levanto y camino hacia el termostato, con la esperanza de que el calor artificial pueda contrarrestar este frío inusual que ha llenado mi nuevo hogar.

Me acerco al termostato y trato de encender la calefacción. Giro la perilla varias veces, pero nada sucede.

Lo intento de nuevo, presionando los botones y ajustando los controles, pero sigue sin funcionar. Empiezo a pensar en si está roto. Es extraño, ya que el apartamento es nuevo, y sería raro que me lo hubieran entregado con algo roto.

Con una sensación de frustración, tomo mi teléfono y llamo a Clara, la propietaria. Marco su número y espero, pero no contesta. Frunzo el ceño y lo intento de nuevo. Otra vez, no hay respuesta. Intento una tercera vez, y luego una cuarta. Después de diez intentos infructuosos, empiezo a sentir una mezcla de preocupación y enojo.

"¿Qué está pasando?" murmuro para mí misma. "Clara ha sido tan amable... ¿Por qué no contesta ahora?"

Decido que no tengo otra opción que bajar a hablarle directamente. Clara vive dos apartamentos bajo el mío, así que no debería ser un problema.

Me pongo el abrigo más abrigado que tengo y salgo al pasillo. Para mi sorpresa, en cuanto cruzo la puerta de mi apartamento, noto que no hace frío en el pasillo. De hecho, la temperatura es bastante agradable, lo que hace que el frío dentro de mi apartamento sea aún más inexplicable.

𝓜á𝓼 𝓐𝓵𝓵á 𝓭𝓮𝓵 𝓥𝓮𝓵𝓸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora