Capítulo veinteEl alcalde asintió lentamente, como si esperara mi respuesta. Su mirada era evaluadora, pero también mostraba una especie de respeto.
—Entiendo —dijo, manteniendo su tono bajo—. Solo queremos asegurarnos de que todos estemos a salvo.
—Yo entiendo —le respondí.
—¿Y cuáles son esos términos que exiges?
—La verdad es que no confío en los cazadores —dije con la mirada agachada—. Mi mejor amiga murió por culpa de ellos.
El alcalde asintió, dándome una leve sonrisa.
—Yo entiendo tu punto, Monserrat, pero debes saber que los cazadores quieren lo mejor para Caudalápolis —el señor alcalde me tomó de las manos—. Tu amiga era importante, pero todos estábamos en peligro. No hay oportunidades con los lobos.
Asentí en silencio, pensando que tal vez Elena podía estar en peligro. Si su secreto era revelado, tal vez estas personas no perdonarían su vida, aunque ella no representaba ningún riesgo para los locales.
—Tu deber es ayudarnos, Monserrat.
—Lo sé. Revelaré los días de lunas sangrientas, pero solo a usted.
El alcalde asintió, mirándome fijamente.
—Agradezco tu confianza. Yo tengo muchas ocupaciones en Caudalápolis y no podré venir diariamente a preguntártelo, pero tal vez mi hijo Harlyn sí pueda hacerlo.
Harlyn, el hijo del alcalde, apareció frente a nosotros como si hubiera escuchado todo. Era un joven muy apuesto: cabello oscuro, ojos marrones claros, tez trigueña y cuerpo atlético. Me daba un aire a Max.
—No es un secreto que en nuestra localidad haya hombres lobo. Pero en cuanto a ti, mi familia sabe quién eres y lo importante que eres —dijo el señor André con un tono amigable—. Harlyn, quisiera que conocieras a Monserrat. Ella es la esperanza de nuestra comunidad.
El señor André regresó a la sala, donde las conversaciones habían retomado un tono más ligero. Mamá y Elena parecían aliviadas de que la cena hubiera transcurrido sin incidentes mayores. El hijo del alcalde me lanzó una mirada curiosa.
—¿Qué se siente ser la única esperanza en medio del caos que nos rodea? —dijo en voz baja. Elena me miró desde el otro lado y Harlyn se sentó junto a mí en los muebles.
—No sé si yo sea la esperanza de Caudalápolis. La verdad es que me gustaría ser una chica normal.
Harlyn esbozó una sonrisa.
—Espero poder contar contigo, que podamos divertirnos juntos durante estos días.
Me quedé mirándolo unos instantes. Sabía que Harlyn también tenía una especie de misión, y era convertirse en mi amigo. Aunque parecía la misma situación con Max, con Harlyn las cosas serían distintas, pues él, de algún modo, tenía la apariencia de un chico normal.
Me senté de nuevo en la mesa, sintiendo una nueva responsabilidad asentarse sobre mis hombros.
A la mañana siguiente, la casa estaba llena de actividad y preparativos. Mamá estaba en la cocina, abriendo paquetes de globos de colores brillantes y seleccionando los más bonitos para decorar. Su sonrisa era contagiosa mientras colgaba cada uno, buscando crear un ambiente festivo. Las cortinas ondeaban suavemente con la brisa matutina, trayendo consigo el olor a hierba fresca y flores recién abiertas.
Elena y Spenser, por otro lado, estaban inmersos en la preparación de una deliciosa comida. El aroma de especias y hierbas llenaba el aire, mezclándose con el sonido rítmico de los cuchillos al cortar verduras y el chisporroteo de la carne en la sartén. Elena, con su cabello recogido en un moño descuidado, tarareaba una canción mientras removía una olla grande de sopa humeante. Spenser, con su delantal manchado, se reía de algo que Elena había dicho, creando una atmósfera de calidez y camaradería.
ESTÁS LEYENDO
OJO DE LOBO ✓(TERMINADA)
Hombres Lobo¿Qué tanto puede cambiar tu vida en un solo instante? Montserrat, una joven de 17 años, ha pasado toda su vida en la aislada isla de Caudalápolis. Su distintiva mancha roja en el ojo derecho la ha convertido en el blanco del rechazo en su escuela. P...