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El sol matutino se colaba por las cortinas de la habitación del hostal, iluminando suavemente el rostro moreno. El cansancio acumulado del día anterior hacía que la cama se sintiera más cómoda que nunca pero, sin embargo, una sensación de urgencia comenzó a crecer en su interior.

Tocaron la puerta con suavidad, apenas un par de golpes, pero lo suficiente para despertarlo y levantarlo aún medio adormilado. Abrió la puerta, encontrándose al cura del otro lado con una expresión de preocupación en su rostro, mezclada con una extraña calma.

-Kai, lamento despertarte tan temprano, pero hay algo importante que necesito discutir contigo -

Dijo el cura, haciendo un gesto para que se sentaran.

Kai asintió y se frotó los ojos, despejándose mientras ambos se acomodaban en las sillas de la pequeña habitación.

-¿Qué sucede? -

Preguntó Kai, notando la gravedad en el tono del cura.

-El tratado de paz con los bárbaros... ha habido un cambio inesperado. La reunión se ha adelantado y debemos partir hacia el castillo-

Explicó el cura con una voz firme pero preocupada.

El moreno sintió un nudo formado en su estómago. La noticia lo tomó por sorpresa, y la imagen de Sigurd apareció nuevamente en su mente. ¿Estaría presente en esa reunión? ¿Lo reconocerían después de tanto tiempo?

-¿Por qué se adelantó la reunión? -

-Han llegado antes de lo previsto a la ciudad y quieren asegurarse de que el tratado se firme antes de que ocurra cualquier conflicto. Quieren nuestra alianza, y nosotros necesitamos la suya para mantener la paz en nuestras fronteras-

El cura hizo una pausa antes de continuar.

-Pero antes de la reunión, debo aprovechar el tiempo que tenemos-

El pelinegro parpadeó y se quedó en silencio mientras el cura lo observaba con una mirada cargada de algo que no podía identificar del todo. Había una tensión palpable en el ambiente, un peso que Kai no comprendía por completo, pero que comenzaba a inquietarlo.

El anciano, sin embargo, parecía estar luchando con sus propios pensamientos. Finalmente, dio un paso hacia Kai, acercándose de una manera que hizo que el joven retrocediera instintivamente.

-Ven conmigo-

Dijo con una voz que no dejaba lugar a la discusión.

Kai lo miró con recelo, pero no tuvo tiempo de cuestionarlo ya que fue agarrado firmemente del brazo y antes de que pudiera reaccionar, fue prácticamente arrastrado fuera de la habitación. La resistencia del joven fue inútil pues la determinación del cura era implacable. Bajaron las escaleras del hostal a toda prisa haciendo que el sonido de los pasos resuene en las paredes de piedra. La luz del amanecer comenzaba a iluminar las calles empedradas pero el frío aire de la mañana no logró enfriar la ardiente furia que empezaba a acumularse en el pecho de Kai.

-¿Qué estás haciendo?-

Preguntó a la vez que luchaba por liberarse del agarre del cura, pero este no respondió y simplemente lo empujó hacia adelante.

Salieron al exterior, donde a medida que se alejaban del corazón del pueblo las calles comenzaron a volverse menos transitadas. Por ello, pasaron junto a una plaza casi desierta, donde solo un par de niños jugaban mientras sus padres los observaban desde la distancia. El sonido de sus risas contrastaba con la gravedad del momento que Kai estaba viviendo. Su mente intentó encontrar una salida, pero la fuerza con la que el cura lo sostenía le hacía ver que no había escapatoria en ese momento.

Entre CuervosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora