11: Apodos

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La corriente eléctrica que recorre mi cuerpo al sentir su tacto me abruma de manera extraña, los dos nos miramos al mismo tiempo por un segundo como si ambos hubiésemos sentido lo mismo.

Él la retira primero.

— Bien.— dice mientras se aleja un poco de mi.

— Bien.— repito.

Ambos nos quedamos callados bajo un incómodo silencio. Siendo sincero no sabía que decir.

Ahora que podía hablarle no sabía que decirle.

¿Te gusta tomar agua?

Sacudo mi cabeza ignorando mis pensamientos estúpidos, tomo aire y suelto lo primero que se me viene a la cabeza.

— ¿Me oíste tocar?— él asiente lentamente.— ¿Qué te pareció?

Aprieta su libreta contra su pecho mientras trata de hablar.

— Em... supongo que lo haces bien.

Nunca había sido tan difícil para mí sacarle plática a una persona hasta que llegó él.

— ¿Quieres escuchar?— tarda un poco en contestar, pero finalmente acepta.

Se sienta en una de las sillas del salón un poco alejado de mí mientras que yo regreso al piano.

Moonligth Sonata de Beethoven invade el salón, era una de mis melodías favoritas, la emoción que me provocaba al escucharla era única. Mi padre la tocaba para mí cuando no podía dormir.

Giro mi rostro hacia su dirección y lo encuentro mirando mis dedos en las teclas, parecía realmente interesado.

— ¿Te gustó?— pregunto al terminar. Desvía su mirada de mis dedos hacia mi rostro, la baja hacia su libreta que tenía entre sus piernas, suspira y asiente lentamente.— ¿Sabes?— llamo su atención, él me mira.— Mi padre decía que la música era sinónimo de la libertad, de tocar lo que quieras y como quieras, siempre que sea bueno y tenga pasión porque de alguna manera él me decía que la música era el alimento del amor.— le repito la frase de mi padre con una sonrisa nostálgica en mis labios.

No había día en el que no extrañara a mi padre.

Me mira por unos segundos examinando mi rostro, abre su libreta y anota algo.

La cierra y finalmente me mira.

— Tal vez lo sea.— dice sin más.

Una vez más el silencio vuelve a hacer acto de presencia en el lugar, así que decido sacar mi celular y mirar la hora.

— Faltan unos minutos para que termine esta clase, supongo que nos tenemos que ir.— le digo.

Él se pone de pie.

— Yo supongo lo mismo.

Me levanto y arreglo el piano dejándolo como estaba antes de entrar. Abro la puerta del salón para que él saliera primero y yo lo hago después.

Las horas pasan y con ellas las clases siguientes. Cuando es la hora de irnos lo busco con mi mirada en el aula.

Por suerte aun lo veo.

— ¿Cómo te fue?— me pregunta Taehyung, Lalisa está a su lado.

— Es interesante.— digo sin más mientras guardo mis cosas en mi mochila.

— ¿Te habló?

— No mucho, pero sí.

— Eso es un avance.— asiento lentamente.— ¿Vienes con nosotros?— pregunta Lalisa ayudándome a guardar mis cosas.

— Hoy no, chicos, nos vemos mañana.— me despido y comienzo a caminar sin esperar una respuesta por parte de ellos.

Veo como Jimin sale de manera rápida del salón y yo voy tras él.

Me coloco a su lado y él se detiene.

— Hola.— le saludo.

— ¿No deberías estar con tus amigos?

— Quería acompañarte a tu casa.— frunce su ceño mientras recobra su camino, yo le sigo.

— Puedo hacerlo solo.— se aleja un poco de mi poniendo una distancia entre ambos.

— Lo sé, pero yo no.— chasquea su lengua.

— No creo que sea buena idea de que vean que vienes conmigo, podrías perder la popularidad que tienes.

— Al diablo la popularidad.— se detiene un segundo y me mira luciendo asombrado.

— No es necesario que estés a mi lado todo el tiempo, tú tienes tu vida y yo la mía.

Frunzo mi ceño.

Y aquí íbamos otra vez.

— Solo dime que te molesta que esté aquí y me voy.

— Eso es ser grosero.— dice.— Pero no me molesta, solo que es un poco... extraño.

— Qué bueno, porque de todos modos no me iba a ir.— lo veo girar sus ojos mientras seguimos caminando.— Y lo de sentirte extraño es tal vez porque aún no me conoces, estás acostumbrado a estar siempre solo que tener a alguien sonsacando a cada rato es un poco raro para ti.

— Creí que eras el típico chico popular que se cree inteligente.— me dice.

— ¿Qué tengo que responder? Yo creí que eras raro y mira, no me equivoqué.— digo en broma.

Él levanta un poco la esquina de sus labios en un intento de sonrisa.

Bingo.

— Pues tenemos algo en común, creía que eras un dolor en el culo y mira, no me equivoqué.— abro mi boca sorprendido.

— Qué mamón.— niega con su cabeza de forma divertida.

— Solo soy honesto.

— Qué honestidad tan mamona.

— Honestidad es honestidad.

Todo el transcurso hacia nuestras casas seguimos hablando sobre lo que pensábamos del otro.

Él pensaba que yo era el típico chico que se creía por ser popular, que era un intento de chico inteligente, un dolor en el culo, insistente y su favorito, un acosador.

Lo único bueno de ese pequeño momento es que pude sacarle una plática que fluyó por si sola. Le saqué unas leves sonrisas que hacían que la mía automáticamente apareciera.

— Bien, hasta aquí llegó nuestra platica, inteligente mamón.— arquea una de sus cejas al escuchar el nuevo apodo.

— Claro, chico acosador, no fuiste tan malo después de todo.

— ¿Gracias?

Él gira sus ojos y comienza a caminar directo a su casa. Antes de entrar gira su rostro encontrándose con mi mirada. Me despido con mi mano y el imita mi acción.

Cuando miré que entraba a su casa saqué todo el aire que tenía retenido en mis pulmones.

— Así te quería agarrar, chamaco.— me tensé y la risa de mi madre entró por mis oídos.

CURAME  (Kookmin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora