4. COMPAÑIA DEL EXTERIOR.

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-¡Kuchel!, ¡¿puedo pasar?!.

Despues de tocar en repetidas ocasiones, María decidió entrar.  Sabia que el primer cliente de su compañera se acababa de ir y tambien era consiente de la alegría de Priamo, pues seguro le sacó una buena tajada a la primera vez de Kuchel.

Abrió despacio la puerta, asomo su cabeza y cuando sus ojos chocaron con la figura sobre la cama, casí grita del horror.

-¡Kuchel, Kuchel!.

Los nervios y la desesperación se apoderaron de la rubia, por un momento pensó que su compañera estaba muerta.

Temblorosa se acerco a ella, tomo las sabanas y cubrió a Kuchel con ellas, apesar de ser tambien mujer y despeñar aquel mismo oficio, el verla en aquel estado, le dió mucha tristeza.

-¡Perdoname por haberte traido aquí!.

Las lagrimas comenzaron a brotar, se arrodilló a un lado del catre y tomo la mano de Kuchel, en un intento de traerla de vuelta de su inconsiencia.

Mucho despues, Kuchel comenzó a moverse, María, la cual estaba con la mirada al piso, reacciono.

-¡Kuchel!.

La pelinegra se sentó en el catre, la sabana que apenas la cubria calló, como si no fuera consiente de la presencia de María, se levantó en silencio y entró al baño.

La rubia se mantuvo en silencio, no quería presionar a Kuchel, ella sabia cuan traumatico pueden llegar a ser las primeras experiencias.

Espero, mientras escuchaba como caía el agua, indicandole que se estaba bañando. Paso mucho tiempo, y el agua hace rato había dejado de caer.

La escuchó llorar, sus mismos nervios no la dejaban en paz mientras estaba sentada en la única silla del cuarto.

Estaba a punto de irse cuando se abrió la puerta del baño, Kuchel salió ya vestida con una bata larga y su cabello goteando aún por sus hombros.

Se miraron mientras el silencio las rodeaba. Los grises de Kuchel, eran dos pozos helados, mientras observaba fijamente a María.

-Pensé que ya te habrías ido.

-Yo, no quería irme sin saber como estas y si puedo ...

Kuchel levantó la mano con su palma destendida, callando así a su compañera.

-Ya estoy bien, ya te puedes ir María, agradesco tu preocupación pero quiero dormir un poco.

María vió el cansancio en Kuchel, había algo más en ella, pero creyó que no era el momento para más preguntas, la dejaría descansar por hoy.

-Esta bien, cuando quieras hablar ya sabes donde estoy, en el momento que sea buscame.

Kuchel solo asintió con la cabeza, mientras María dió la vuelta y salió del lugar.

Kuchel seguía inmovil de pie observando el catre.

Las pocas imagenes que recordaba desfilaban ante sus ojos, aquellos sonidos obscenos y asquerosos, los escuchaba claramente.

Su piel ardía en todos lados, sobre todo en su entre pierna. Aquel baño recien tomado, no ayudo a quitar la sensación de las manos asperas y callosas de aquel hombre.

Aún cuando talló y talló, aún cuando casi hundió sus uñas en la suave piel, para rascar, frotar y raspar esa parte de su anatomía ahora profanada, ensuciada.

Veía el catre como un aliado de aquel perverso ser, sentía como si el objeto se burlara de ella, sentía como si el objeto le restregara en la cara que todo esto es causa de su desición, no de el.

Desiciones sin arrepentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora