🩸 Capítulo 6. 🕸

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Aaron.

Mis ojos observaban el asfalto, yacía cabizbajo con los oídos pitandome. Mientras la electricidad se volvía recorfortante y viajaba por mis entrañas. El fuego se mezcló con ella llevandome a apretar los puños y a que mi ritmo cardíaco aumentara.

Por un segundo solo hubo silencio de mi parte, todo estaba tranquilo, pacífico...

Hasta que algo me hizo salir de mi lugar, era tanta la energía que transitaba por mi cuerpo que tenía la necesidad de sacarla.

Levanté mi cabeza muy despacio, el dolor en la cien ya se había disipado, ahora solo quedaban unas ganas inhumanas de acabar con mis agresores. Planté mi mirada en ellos y hubo un momento en el que mi vista se nubló de la irá que cargaba.

Era mi turno de jugar.

Mis pies se movieron en menos de un segundo, ninguno se dio cuenta de que me había movido hasta que mi puño arremetió con la cara disfrazada del agresor del medio. Su cara giró, así como lo hizo la de mi amigo. Sin detenerme lanzé una patada a su estómago, él retocedió mientras los otros me admiraban con odio y curiosidad.

Ambos se abalanzaron hacia mi, sus puños bailaron y fueron en vano, ya que ninguno llegó a tocarme. El hombre de la izquierda volvió a tirar un puñetazo pero antes de llegar a mi rostro lo detuve y con la fuerza que sentía en ese momento le torcí el brazo, su grito fue satisfactorio..., si no hubiese sido por su compañero ya su brazo estaría roto.

Siguieron intentando derribarme, pero una agilidad nueva acompañaba mi sistema y me hacía moverme con una velocidad increíble. No podían tocarme, no se los iba a permitir.

Un cilindro de metal reposaba a un costado de la calle alumbrada por un solo foco. Sin pensarlo fui hasta el y lo aguante lo más fuerte que pude. Los enmascarados fueron esta vez a buscar a mi amigo...

Han cometido un grave error...

Un sonido seco se escuchó y al segundo un cuerpo cayó en el suelo. Aún respiraba el hijo de puta. Quedó insconciente como un bebé, espero al menos que su cabeza este derramando un poco sangre.

Ya solo quedaban dos.

Ambos perdieron su confianza. A pesar de solo ver sus ojos, sus iris era ventanas a su interior.

Sin perder el tiempo sacaron de sus pantalones unas dagas, con ellas vinieron hacia mi, les iba a quitar sus armas pero me distraje al ver si David se encontraba bien, tan solo en ese minuto uno de ellos me hizó un tajo en el brazo el cual comenzó a sangrar. Lo curioso de todo es que no dolió, la adrenalina y la tormentosa furia lo bloqueban.

El cilindro que tenía en mis manos se lo planté en la frente a uno de ellos, supe que se la había roto por el líquido carmesí bajando por él. Este no fue muy valiente y se perdió entre los arboles.

Cobarde.

Había dejado a sus compañeros, ahora solo quedaba uno en pie. Una sonrisa siniestra abandonó mis labios ante mi futura victoria.

De una patada le arranqué su navaja. Mis puños se depositaron en su rostro y varios fueron a su cuello. En sus movimiento se notaba como estaba agotado y sin sentido de dirección. No sabía para dónde ir o como atacarme.

Esa fue mi ventaja para tomarlo del cuello, colocar un pie detrás de los suyos y hacerlo caer. Su rostro impactó con el concreto. Le quité la máscara que ya me estorba y bajo ella se encontraba un chico que parecía unos años mayor que yo. Pero eso no me importó, lastimo a David, y ahora yo lo lastimaría a él.

Tomé su cráneo y jugué con él, como si fuese un coco y estuviera tratando de abrirlo, sus sollozos no lo ayudarían. La sangre no tardó en salir, su labios y cejas ya se habían partido, la saliva brotaba de su boca. Se veía muy mal, pero no me detuve.

El último ángel.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora