Sangre

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Es irónico cómo la culpa y las sospechas recaen en quien parece más obvio ante un crimen. Es curioso cómo nadie voltea a ver al lobo escondido entre el rebaño. Pero este lobo es bastante selectivo a la hora de cazar a sus presas y es cuidadoso con el cordero más hermoso y suave del rebaño. Tanto es su ambición por proteger a ese cordero, que el lobo no dudará en manchar sus colmillos de sangre por él cuantas veces sea necesario.

Una oleada de sentimientos y placer invade el cuerpo desnudo de Charlotte. Su hábito ya no es un impedimento para la piel blanca y tersa que Alastor anhela ver enrojecida por el aumento de la presión sanguínea de sus dulces venas y arterias, bombeando salvajemente su pulso por todo su pequeño y hermoso cuerpo. No soporta la presión del aire que ahora su sotana provoca sobre su pecho y cuerpo. Aquella vestimenta que siempre le pareció un símbolo de rectitud y alto estatus de perfección ahora lo sofoca y lo hace sentir como un desagradable animal enjaulado, presa de su hambre. Y qué castigo más horrible para la bestia hambrienta que tiene dentro de sus entrañas al tener a su sublime y apetitoso bocadillo frente a él en bandeja de oro.

–No lo soporto– jadea Alastor, soltando una oleada de aire por sus labios, pesada y espesa, pasando por su lengua y dientes. Desabotonando su sotana con movimientos erráticos y torpes, deja caer la prenda negra mientras empieza a acariciar el cuerpo de Charlotte. Ella gime y se retuerce gratamente ante sus caricias. Él recorre su piel sedosa y blanca con sus uñas y dedos suavemente, sintiendo cómo ella responde con su piel erizándose placenteramente. Ella también extrañaba su íntimo toque.

La rubia lo atrae hacia sí misma con sus piernas, sus caderas se encuentran en un abrazo íntimo y cálido, como viejos conocidos. El calor de ambos cuerpos se reconoce suavemente, envolviéndose en una placidez compartida. Los simples juegos vulgares y el placer de aquel lugar se han desvanecido, dando paso a una conexión más profunda. Alastor emite un gruñido al sentir la cálida caricia de los labios vaginales de ella deslizándose contra su longitud, provocándole una descarga eléctrica de placer que recorre su cuerpo desde ese punto íntimo hasta la punta de sus pies y la base de su cráneo, viajando agradablemente a lo largo del puente de conexión que es su columna vertebral.

–Alastor– gimotea ella de forma sumisa y suave, provocando que ambos jadeen ante el hermoso reencuentro de sus pieles. Alastor mueve cruelmente sus caderas en represalia por aquel delicioso sonido que ella emite, un pensamiento perverso cruza su mente. Ella gimotea, sintiendo cómo la dura y palpitante longitud de él se frota y encuentra con el botón de carne que se pone rígido con cada movimiento. –¡Alastor!–, suplica ella, mientras sus caderas se retuercen. Él continúa, sintiendo cómo la cabeza de su erección se humedece cálidamente, preguntándose si ya se ha empapado con los fluidos de ella o si aquello era el líquido preseminal del cual había leído en una de las columnas de una revista sobre salud sexual en la sala de espera de algún dentista.

Charlotte estaba sumida en el placer y la excitación que la simple dureza de Alastor le hacía sentir. Pronto, el recuerdo de los consejos de Angel volvió a atormentarla como un fantasma. Entonces, ella abrazó a Alastor por el cuello, atrayéndolo hacia sí. Él abrió los ojos por la sorpresa, creyendo que ella lo besaría, pero sus suaves y rosados labios tenían otro objetivo. Charlotte rozó sus dulces capullos por su mejilla y luego se encaminaron por sus patillas hasta alcanzar el lóbulo de su oreja. Alastor se estremeció ante el simple roce de su aliento cálido y tembló al sentir la húmeda y cálida lengua de ella empezar a lamer el lóbulo de su oreja. Sentía cómo aquella zona comenzaba a calentarse y, de alguna forma, eso solo animaba aún más su erección. Le parecía extrañamente excitante, y aún más cuando ella mordió suavemente el cartílago con sus caninos.

–A-Ahhhh... Charlotte– jadeó dolorosamente mientras buscaba con su mano su miembro y lo sostenía firmemente contra la entrada de ella. Charlotte se estremeció ante aquella sensación y, siendo una buena chica, abrió más las piernas para él, aunque en su interior deseaba apretarlas fuertemente sobre sus caderas. Alastor entendió su deseo y miró su miembro empapado por sangre y fluidos. Probablemente, para otros aquello sería algo desagradable, pero para Alastor era una fantasía que desde hace mucho había deseado cumplir con su ángel. Si bien aquella idea había sido placenteramente apaciguada con su primer encuentro y la suave caricia de su sangre virginal, no se comparaba con tener el completo éxtasis de su menstruación mezclada con sus fluidos y pronto, con el semen de él.

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⏰ Última actualización: Jun 28 ⏰

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