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Mirando a su alrededor confundida, una joven peli-ceniza caminaba por aquel oscuro y aterrador bosque.

Sus pasos eran tan lentos como temblorosos debido a sus cansadas y maltratadas piernas, moviéndose como tal y como un conejito que se sentía en peligro o un bebé cervatillo dando sus primeros pasos.
A pesar de ya estar un poco más acostumbrada a caminar la chica aún llegaba a temblar de vez en cuando al sentir pequeñas, pero afiladas, piedras pinchar su delicada piel al hacer contacto directo con las plantillas de sus pies descalzos y llenos de barro.

Su suave y delicada piel color nívea estaba totalmente helada, así como manchada del mismo barro que cubría sus pies a la vez que los bellos de su cuerpo estaban ligeramente erizados por el frío de la noche estrellada.

No sabía cuánto tiempo llevaba caminando, no sabía dónde estaba o tan siquiera si tomaba un buen rumbo, ella solo sabía una coda, solo sabía su nombre, o más bien el que ella creía y ese era su nombre.

—¿Como es que llegué aquí...? —murmuro la joven rubia mientras caminaba por el lugar solo para detenerse a contemplar los alrededores, abrazándose un poco debido al frío y hambre que tenía, sintiéndose asustada y vacía.

La chica frotó sus manos entre sí, cuando un poco de calmo solo para abrazarse debido al frío que tenía por el clima helado de la noche, más cuando menos lo pensó todo comenzó a iluminarse ligeramente.

Mirando a su alrededor antes de que su rostro terminara guiándose instintivamente hacia la fuente de la luz, mirando con esfuerzo como entre las frondosas "melenas" de los árboles del lugar algunos bellos rayos de sol iluminan a la penumbra que la rodeaba.

—Al menos esto resuelve uno de mis problemas... —murmuro la chica mientras se abrazaba solo para seguir caminando un poco, más antes de que pudiera dar tres pasos más terminó cayendo al suelo por el cansancio.

Había caminado toda la noche y aun así no se había detenido hasta ahora, menos mal que estaba amaneciendo, sino sería un escenario más peligroso para ella. 

[...]

Como era debido en tiempos de verano el hermoso y resplandeciente sol comienzo a alumbrar como cualquier otro día al bello y majestuoso país rojo, el cual sin retardo alguno comenzó a trabajar apenas el primer rayo de luz se asomó por las ventanas de los Rossalinos habitantes.

El dulce aroma a mermelada de rosas y fresas estaba presente por las calles centrales del bello reino, mientras que a su vez el ajetreado sonido del calzado de la gente emitía con sus golpeteos y movimientos resonaba sin pausa.
Parecía ser un día pesado, más era tan solo una rutina común y corriente en tan bello reino.

Todos se dedicaban a trabajar desde que el sol salía hasta que regresaba a su posición, sin distracciones o pausas para divertirse, algo que parecía ser ajeno a sus decisiones más sólo inspirado por las flores que se alojaban en la punta más elevada del rosal.

En la sala principal del enorme palacio color carmesí, sentado sobre un enorme e imponente trono, un hombre de aspecto sombrío se encontraba descansando aparentemente de forma tranquila en su asiento. Sus ojos tan tonos como el fuego mismo brillaban perfectamente a pesar del manto oscuro que tenía posado sobre su cuerpo, como si este mismo manto lo cubriera de todos y todo, solo dejando sus manos enguantadas fuera de esta oscuridad abrumadora al igual que su corona dorada.

—¿Y bien?

Sin esperar un minuto más el gobernador de las tierras carmesí cruzó sus piernas a la vez qué recargaba sus codos contra el soporte de su trono de oro, pareciendo impaciente a pesar de que apenas sus caballeros habían regresado de su tan importante misión.

LAKE OF MIRRORSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora