Capítulo tres y cuatro

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Sostuve la áurea manija entre mis ásperas manos, un calor me embargo al contacto, agitándome

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Sostuve la áurea manija entre mis ásperas manos, un calor me embargo al contacto, agitándome. No era insufrible ni mucho menos intolerable, era una calidez placentera, habitable. Comencé a girarla lo más paulatino posible, un crujido estremecedor se hizo presente, parecía ser por la antigüedad de la puerta.

Cuando se entreabrió, un hedor a fósforos se infiltro en mi nariz, ocasionando que un singular escalofrió recorriera desde la punta de mis pies hasta mi nuca. Unas carcajadas teñidas de perversidad, de locura, me dieron la bienvenida al abismo.

Di siete diminutos pasos, la puerta color granate se cerró con violencia detrás de mí, un nudo se instaló en mi reseca garganta, pase saliva tratando de aliviar el ardor, sin tener éxito, escuché una enloquecedora voz.

«Bienvenido, hijo de Lucifer»

Frente a mí, se hallaba el lúgubre enigma que todos los creyentes o no creyentes anhelaban describir y conocer.

El majestuoso sepulcro.

La laguna azafranada se encontraba a mi lado izquierdo, destilaba un vapor que recorría la misteriosa caverna, haciéndola ligeramente acalorada.

Mi cordura batalló por no sucumbir ante la demencia que ambicionaba con instalarse en mi mente, que ansiaba derrumbar mi juicio, que deseaba en ese momento poseerme sin el más mínimo remordimiento.

Divise una siniestra sombra frente a mis ojos olivo.

Unas esferas escarlatas adornaban lo que simulaba ser su rostro, el ente parecía estar calcinado. Al igual que el anterior, poseía unas alas gloriosas. No tenía un cuerpo humanoide, flotaba cual espectro. Me extendió su mano renegrida añorando que la sostuviese, su brazo era extremadamente delgado, casi inexistente.

Su aspecto era perturbador, escalofriante.

«¿Por qué estás aquí?»

Aquella frase había perpetuado en las paredes de mi cráneo.

El ser me observaba apaciguado, sin emitir una palabra o un simple sonido. La oración la había vocalizado cerebralmente, no verbal. Se comunicaba conmigo mentalmente.

Dulce infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora