Epígrafe

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Padre, tú qué nos orillaste directo al abismo

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Padre, tú qué nos orillaste directo al abismo.

Tú qué nos recibiste con los brazos abiertos en tu santuario de fuego.

Tú qué nos alimentaste de gloria, inmortalidad, sangre y putrefacción.

Tú, padre, eres la llama que me alumbra en las penumbras.

Eres el que me rescata cuando me dirijo a la vereda de lo correcto.

Te he pagado con deshonor, te he dado a cambio de tus macabros favores... los fósforos para prenderte en llamas.

Eres el esclavo de nuestra perversidad.

Eres el esclavo del averno.

Tu penitencia es servirnos eternamente.

Sé que algún día serás libre de tu condena perpetua.

Pero mientras tanto, debes quemarte para saciarnos a nosotros, tú carne.

Porque mientras tus descendientes disfrutamos de los placeres de los lagos de fuego, tú ardes.

Dulce infierno, padre.

Dulce infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora