Capítulo uno y dos

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¿Por qué con el día a día la cólera crecía dentro de mí?

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¿Por qué con el día a día la cólera crecía dentro de mí?

Sentía como un monstruo me engullía de adentro hacia fuera, tragándome como el pedazo de carne simplón que era. Convirtiéndome en una marioneta repleta de rabia y perversión, dispuesta a permitir que me encaminara a la locura.

Oraba continuamente porque mi travesía cambiará para bien, porque mi vida fuera diferente. Pero mis plegarias nunca fueron siquiera consideradas.

Dios parecía haberme abandonado.

Me había creado sin compasión, me había abierto las puertas de la tierra y me había expulsado sin ninguna clase de misericordia o benevolencia. No le había importado qué tan violenta fuera mi caída desde el edén, no consideró en el duro impacto que tendría contra el mugroso pavimento mortal.

No lo culpaba, él no podía saber que mi vida sería dolorosa, que yo solo sería un ineficaz humano y que mi futuro sería incierto.

Me afligía saber que mi fin estaba cerca.

Los sollozos que mis labios soltaba eran irritables, me sentía un cobarde, pero no podía controlar mis impulsos terrenales. Anhelaba hacerlo, lo intentaba. Batallaba con mi propio ser, con mis pensamientos contradictorios sobre querer seguir respirando, aunque ganaban los pensamientos que añoraban sobre todas las cosas, mi trágica muerte.

Sostuve la filosa navaja entre mis dedos, sintiéndola, admirándola.

Ese objeto punzo cortante era mi salvación, mi guía hacía el nuevo mundo.

A mi hogar eterno.

«Córtate, Evren»

Escuché aquella voz, áspera, ronca, voraz y profunda, que me llamaba desde las penumbras de la habitación, mi cuerpo se estremeció ante el espeluznante sonido.

«Hazlo»

Aulló rabioso. Su voz tenía un tinte seductor, uno que me embelesaba.

Dulce infierno ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora