Cuatro

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La mañana transcurrió tranquilamente para Max. Después de decidir levantarse de la cama, se tomó su tiempo para ajustar su ropa, que estaba desordenada en su cuerpo. Una vez listo, lanzó un último vistazo hacia Sergio, quien yacía de espaldas en la cama, aparentando estar profundamente dormido. Max sabía que Sergio no estaba realmente dormido. Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras observaba a su compañero. Con cuidado de no hacer ruido, salió de la habitación.

Una vez que la puerta se cerró tras Max, Sergio se incorporó lentamente en la cama. Aunque sabía que era absurdo, aún le rondaba en la cabeza el sueño que había tenido. Se sentía tan vívido, tan real, que le causaba una incomodidad que no podía sacudirse fácilmente. Con la mente confusa por las imágenes del sueño, Sergio se encontraba en un estado de desconcierto emocional. ¿Por qué había soñado algo así con Max, su compañero de equipo? No tenía dudas sobre su sexualidad, siempre se había sentido seguro de eso. Sin embargo, el sueño lo había dejado sintiéndose perturbado y vulnerable.

El recuerdo de las imágenes se repetía una y otra vez en su cabeza. Sentía una extraña mezcla de vergüenza y curiosidad. ¿Qué significaba todo esto? Intentó convencerse de que era solo un sueño, una manifestación aleatoria de su mente mientras dormía. Sin embargo, la sensación persistente de malestar no lo abandonaba.

Decidió que no valía la pena perder más tiempo en esos pensamientos. Sergio se esforzó por apartar de su mente las imágenes mientras se preparaba para el día. La clasificación de hoy era crucial y necesitaba estar completamente concentrado para desempeñarse lo mejor posible.

Se levantó de la cama con determinación, dejando atrás el remanente de incomodidad que había dejado en su mente. Cada movimiento que hacía era deliberado, como si estuviera tratando de barrer cualquier distracción mental. Se dirigió al baño y comenzó su rutina matutina, lavándose la cara con agua fresca para despertarse por completo.

El ambiente en la habitación parecía más tenso de lo habitual. Cada segundo contaba y Sergio lo sabía. Mientras se vestía con su uniforme, repasaba mentalmente las estrategias y tácticas que había preparado con el equipo. Era crucial para él dar lo mejor de sí mismo en la clasificación de hoy.

*****

"¿Eres imbécil o qué, Max?" Le espetó Lambiase, visiblemente exasperado, apenas lo vio entrar al garaje. El tono áspero resonó entre las paredes metálicas del lugar, donde el eco añadió una dimensión de tensión palpable. Los ojos de Lambiase destellaban frustración mientras observaba a Max, quien parecía entrar con una actitud desafiante, como si estuviera dispuesto a enfrentar cualquier reprimenda.

El garaje resonaba con el suave zumbido de las herramientas y el olor característico de la gasolina y el caucho quemado. A lo lejos, el sonido de motores siendo preparados para la próxima sesión de clasificación se filtraba a través de las paredes, recordándoles a ambos la urgencia de la situación.

Max permaneció en el umbral por un momento, enfrentando la mirada intensa de su ingeniero. Lambiase, con sus brazos cruzados sobre el pecho, parecía contener una mezcla de enojo y decepción. Era evidente que había algo más en juego que la simple reprimenda por utilizar el correo electrónico de Sergio de manera indebida.

Finalmente, Max respondió con una calma que contrastaba con la acusación anterior. Sus ojos, aunque fijos en el ingeniero, denotaban una determinación subyacente. La postura de Max, aunque aparentemente desafiante, revelaba una confianza que bordeaba en lo temerario, como si estuviera a punto de justificar una acción que sabía que estaba fuera de los límites establecidos.

Lambiase suspiró, como si lamentara tener que lidiar con esta situación una vez más. Aunque era evidente que Max poseía un talento indiscutible para la pista, su temperamento y sus decisiones impulsivas a menudo creaban fricciones dentro del equipo.

Me and the devil | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora