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(Damián)
— Sé sincero
Damian considera el consejo de su muealin (maestro) mientras sorbe lo que queda de té, disfrutando de la tranquilidad y protección de sus propias habitaciones como un cambio bienvenido de la atmósfera espesa y peligrosa del palacio principal. Un momento de respiro antes de abordar los numerosos asuntos que acucian su atención.
A través de la ventana enrejada de mármol puede espiar el jardín besado por el sol del patio que separa sus espacios vitales principales y los de su harén privado, los altos muros blancos más allá de los cuales se aloja Todd. Y recuerda, con cierta diversión, cómo el feroz omega le había hecho tropezar en la piscina.
Algo crudo y salvaje que ha traído a casa.
Será más difícil de lo que esperaba cortejarlo. Pero claro, nada que valga la pena conservar es fácil de conseguir.
Por eso vuelven a la mente las palabras de su mawthuq (aliado/confidente) — Sé sincero.
La verdad...
¿Cuál de ellas? La verdad tiene muchas facetas. ¿Cómo se esperaba que hiciera uso de ella con respecto a Jason Tood?
Damian escucha los suaves sonidos del viento entre las hojas, los pájaros cantando escondidos en sus sombras, adopta una postura más relajada y se acomoda para meditar.
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(Jasón)
Damian va a volver. Él lo sabe.
Como si hubiera alguna manera de que el maldito no lo hiciera después de pasar por todos los problemas de traer a Jason aquí en primer lugar. No es que no lo apreciaría, si su princesa real decidió dejarlo ir de la humillación de ser arrojado a su propia piscina de peces. Pero él puede ver cómo eso no va a suceder por el momento.
Así que cuando las puertas talladas se abren, y el bastardo empieza a cruzar el patio en su dirección, Jason no se sorprende, se irrita. El impulso de darle un puñetazo en la cara se levanta como un avestruz furioso, pero hoy hace un día tan jodidamente horrible, tan jodidamente caluroso incluso para los estándares de Nanda Parbat, que se limita a resoplar con desdén y sigue nadando.
