promesa

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–¿Recuerdas la vez que tomaste un libro sobre conejos de la biblioteca? –Preguntó él, tan bello debajo del árbol mientras mis ojos se iluminaban al recordar eso.

–Oh si, las cacas de entre doscientas a cuatrocientas por día.

–Ja, si, ese libro...bueno...¿Recuerdas que te dije ese día?

–¿Que era poco higiénico que se comieran sus doscientas cacas?

–No, killer.

–Ahh entonces no.

Hizo una cara de molestia pero después de rodar los ojos tomó aire para hablar de nuevo.

–Dije que te regalaría un conejo algún día.

–Oh... Lo había olvidado.

–Yo también, aunque últimamente estás pensando mucho...

–¿Sobre qué? –pregunté con un rostro serio y curioso, mientras por dentro mi alma ardía en su propio fuego deseando que dijera mi nombre.

–Sobre nosotros–. y cuando dijo eso, un silencio apareció, una pausa donde nos veíamos fijamente, en una pelea interna de no decir nada, de no hacer expresiones mientras mi cabeza gritaba–. He estado pensando en todo el tiempo que has servido ante mi, lo leal que haz sido y el buen tiempo que pasamos antes de que fueramos un escuadrón...cuando éramos tu y yo.

Tú y yo...

Algo que sonaba dulce, íntimo y único.

Mi mente olvidó lo horrible que fue en su tiempo. El como se aprovechaba de mis sentimientos negativos para hacerse más fuerte, el cómo me hacía mierda de dolor para sentirse por encima mío y el como lo odié por eso, el como empecé a sentir placer por eso.

Cómo asesinaba a los mounstros, humanos y otros sans de maneras asquerosas y grotescas solo para que él estuviera más satisfecho, más poderoso, pues era incluso mas placentero.

Hasta que hubo un punto de quiebre, quise irme, pero ahora mi alma pertenecía a él. No lo odiaba, me odiaba a mi.

Y luego llegaron los demás, y su actitud cambió, se volvió incluso más blando. Al principio me molestó tanto que quería matarlos a todos para que el jefe al que odiaba volviera, pero me encariñé tanto con ellos que los considero hermanos; y lo odié tanto que me acostumbré a su nueva personalidad, y me enamoré de ella también.

Ahora estaba con él, debajo de un árbol, con un atardecer detrás, gotas de rocío cayendo en nuestra ropa desde las hojas del gran árbol y con palabras tan añorantes que olvidé todo lo anterior, y recordé las veces en las que limpió la suciedad de mis ojos, las otras que curó mis huesos rotos y las otras donde nos mirábamos por un tiempo.

Quería besarlo, pero me sentía congelado.

–No me arrepiento de lo que alguna vez fuimos, pero ahora las cosas están cambiando en todo el mundo, en todos los universos.      Los AU's se están corrompiendo, los mounstros mueren sin causa y ahora hay reglas que no podemos romper...Pero no quiero que todo cambie...

–¿Que cosa? –pregunté acercándome a él un poco, normalmente se haría hacia atrás, pero se mantuvo en su lugar y con la mirada en mi.

–Quédate conmigo –Me pidió, y tuve que contener mis ganas de besarlo y comérmelo ahí mismo, tragué saliva y respondí.

–No tengo planes de hacerlo.

El me sonrió, y yo le sonreí. Bajó la mirada y después de un rato sacó de su bolsillo una bola blanca y me la dió.

–Cuidalo y ponle nombre.

–¿Que es... e-EEEAAAAA

Cuando le encontré forma a esa cosita no pude evitar retorcerme de amor, era tan bello. Era un pequeño conejo de pelaje rebelde color blanco, sus ojos eran rojos y sus orejas estaban bien paradas.

Nigthmare me vió durante un minuto chillar por lo tierno que era, estaba sonriendo pero parecía volverse incómodo.

–Ya tiene un nombre.

–¿Isidro? –me preguntó– una vez dijiste que querías un gato llamado isidro.

–Esto no es un gato...

–Buen punto –asintió– ¿Cómo se llama?

–Promesa.

Mal Presagio - NightKiller.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora