C U A T R O

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La mitad de las clases habían transcurrido de la peor manera posible

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La mitad de las clases habían transcurrido de la peor manera posible. El universo no había estado contento con el simple hecho de que llegara tarde a clases, no. No fue suficiente el sermón de la profesora de literatura, la Srita Ball. Quizás o talvez, mi desgraciada mañana solo se vio saciada con la estrepitosa caída que había sufrido frente a todos en el salón cuando me tropecé justo en la puerta del mismo; patético.

Las caras de todos burlándose no salían de mi cabeza.

Ana, mi mejor amiga no había podido asistir a clases debido a una repentina y muy inoportuna gripa. Por lo que nisiquiera apoyo moral había podido recibir.

Afuera llueve a contaros. Pero dentro de mi parece desatarse una tormenta mucho peor.

Mi día y mi humor se han arruinado por completo.

Transcurría la hora del almuerzo y todos nos reuniamos en el comedor de la escuela. Hay demasiado ruido para mi gusto, he incluso he perdido por completo el apetito. La bandeja frente a mi luce mas como una auténtica escena del crimen, mi comida la fatal víctima. Sin embargo, hasta el momento ni un bocado ha ido a parar a mi boca.

De pronto alguien toma asiento en la misma mesa en la que me encuentro, robándose mi atención por completo

—Almuerzas sola, ¿Eh?

¡Lo que faltaba!

—¿Acaso es tan evidente?

—Ash... ¡Que mal genio!

—Cerca de ti todo panorama empeora, Sebastian —escupí sin reparo—. ¿Qué esperabas?

—Ya ha pasado bastante tiempo desde lo sucedido —el rubio sentado frente a mi juguetea con una manzana entre sus manos—. ¿No crees que es tiempo de perdonarme?

Puedo sentir la sangre hirviendo por todo mi cuerpo. No entiendo como puede haber tanto descaro y cinismo en una persona.

Me levanto de golpe del asiento, no pienso pasar un segundo más cerca de esta persona que me genera tanta repulsión. Y pensar que algún día fue el que más amé.

Comienzo a caminar en dirección hacia la salida.

—¡Ya superalo, Camila! —exclama detrás de mi.

Mis piernas se paralizan por completo al oír aquello, mi cuerpo entero tensandose, el corazón me late tan rápido que parece que sufriré un infarto en cualquier momento.

Volteo mi mirada hacía la mesa que acabo de abandonar.

—¡Pudrete!

Nunca había deseado tanto que mostrarle el dedo medio a alguien fuese el acto más ofensivo del mundo, hasta éste momento.

Salgo estrepitosamente del lugar soltando sapos y culebras por mi boca.

Estúpido Sebastian ¿Cómo podía decir todo aquello después de lo que había hecho?

Recuerdo todo como si hubiese sido justo ayer mismo, aunque en realidad han pasado un par de semanas.

Todo vuelve a mi en un instante. Aún puedo ver a aquella rubia de pechos voluptuosos saltando sin ropa sobre el que fue mi novio, allí sobre las sabanas desordenadas de su cama. Aquél día fue de aquellos en los que entrar sin avisar se volvía un hecho lamentable.

Por mucho tiempo había pensando que tal cosa solo podía ser producto de la ficción en las películas; tétrico.

Mi ingenuidad llevándose los honores.

Lo aborrezco con todas mis fuerzas.

Lo odio

No, no lo odio, lo maldigo. Una y mil veces.

¿Para qué me pide volver?

Si después de todo la mayoría de las veces la rubia es la que gana y se queda con el chico.

Exacto, al igual que en las películas.

Pero, ¿Qué es lo que he perdido?

¿A un estúpido que no ha sabido valorarme?

¡Vaya pérdida!

Sin embargo, por mucho que esté consciente de que alejarme de lo que me hace daño es lo mejor para mi, no puedo ignorar el hecho de que sigue siendo una situación dolorosa.

Quebrada: así se siento. Mas no perdida, entiéndase bien. Claro que he de sentirme mal, pero no por ello moriré. De eso estoy completamente segura, no moriría por ello ni aunque quisiera.

¿Y cómo no?

Cómo no sentirse triste y vacía cuando te han vuelto añicos el corazón. Sin piedad, sin pena, ni pudor. Cómo no sentir dolor ante las severas bofetadas que te da la vida.

Bien dicen que en ocasiones amar duele

¡Y de qué manera!

—Estúpido... Sebastian, eres un estúpido.

Sí, el amor duele... ¿Pero a qué costo?

Muchas veces se vuelve claro y muy evidente. No siempre estamos consientes que somos nosotros mismos los villanos en nuestra propia historia. Somos nuestros propios héroes y a la vez la fachada perfecta de nuestro peor verdugo. Todo está allí, dentro de nosotros, sin siquiera saberlo, o en el peor de los casos -y siendo esté el que me ha tocado vivir en carne propia-, teniendo presente la mentira, viéndola justo frente a nuestras narices, saboreandola, y a la vez, y muy a nuestro pesar, ignorándola.

Siendo sincera, para mi siempre hubieron señales, indicios por doquier de que algo raro sucedía cada vez que él desaparecía sin dar ningún aviso, pequeños detalles que debieron activar mis alarmas. Sin embargo, fueron pequeños detalles que ignoré y ahora solo me veo pagando las consecuencias.

¿Debo sentirme culpable por ello?

No, claro que no.

No puedes culpar a alguien cuando está ciego de amor. Es evidente que solo he sido otra víctima cruel del amor. Talvez consecuencia de una mala elección como le sucede a muchos, pero jamás culpable de haberme enamorado, de haberlo amado.

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Nota del autor:

¡Que locura de capítulo!

El siguiente será un tanto más largo.

¿Qué tal te parece la vida de Camila?

Seguimos avanzando poco a poco con esta historia. De verdad espero que te guste 🥹

Besos y abrazos 💋

Nos leemos en el siguiente capítulo.

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