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Ya entendí (no aprendí) que por más que te quiero junto a mí no puedo destruirte de esa manera. Sé que no me odias, solo no me quieres... Y por más que esa forma de amar y pensar no va conmigo te libero aunque te quiero.

Es difícil para mí no poder hacer que te quedes, pero aunque lo deseo al mismo tiempo no lo quiero, pues has hecho tanto (hasta donde sé) que perdonarte no se siente bien, ni cerca de bueno, de hecho me repugna porque sé que es caer muy bajo.

Aveces no lo soporto y lloro hasta que no puedo respirar, me lleno de enojo pensando en que puedo escribirte y reconectar, pero ambas sabemos cuántas veces he intentado lo mismo. Si bien tu ausencia me está deshaciendo las entrañas como ácido ya no voy a buscarte... Lo cual me genera mucho miedo, no quisiera perderte pero ya dijimos también que no puedo tenerte.

Mi pregunta más recurrente en estos días hacia mi y mis cercanos es "¿Qué tengo de malo?" Porque para mí es la más fuerte razón por la que me han abandonado, por eso y por otras personas, pero mis cercanos dicen que nada, y que no es por eso tu ausencia.

¿Creés que fuí buena persona? Aveces pasa por mi mente que tal vez no fuí lo que esperabas y que pude haber dado más... Pero te dí todo lo que tenía. No puedo decir que tu fuiste igual, siempre decías "pero ya pasó, no te preocupes" o "todo estará bien algún día" e ignorabas lo demás.

Hace ya un par de meses te cerré la puerta a mi vida ¿y sabes qué fue lo qué hiciste? Irte, aún cuando tienes llaves, aún cuando sabes abrir a la fuerza, aún cuando conoces más entradas, pero si esta vez solo te alejaste de la madera es un claro ejemplo de que ni entrar necesitabas para terminar de sacar tus cosas, pues no quedaba nada tuyo aquí desde hace ya no sé cuándo tiempo.

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