Capítulo 3 - ✨No somos pareja ✨

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No había duda de que el hermano de Charles era muy atractivo.

Un hombre brusco y malhumorado, pero, aun así... Sergio lo miró, incapaz de hacer otra cosa.

Vestido con zapatos negros inmaculados, pantalones color azul marino, camisa blanca impecable y corbata de un tono más azul que sus ojos, Max Verstappen no sólo era atractivo, era perfecto.

Ni uno solo de sus cabellos aparecía fuera de lugar. Era la personificación de la elegancia. Y por alguna extraña razón, cuanto más lo miraba, más deseaba arrojarlo al suelo y revolverle un poco la ropa y el pelo.

Su reacción lo sorprendió. A lo largo de los años, había trabajado con distintos hombres sin sentir jamás el impulso de atacar a ninguno. Estaba tan atónito, que cuando él se cruzó de brazos, esperando una respuesta suya, lo único que pudo hacer fue mirarlo con seguridad.

Afortunadamente, Pato acudió en su ayuda.

— Papá — protestó —. No puedes llamar a la policía.

La preocupación del niño hizo que Sergio olvidara sus problemas y recobrara la compostura.

— No pasa nada, precioso — murmuró —. Ya me ocupo yo de esto.

Le dio el ratón a Oscar con cuidado y se dijo que debería alegrarse de comprobar que a Max Verstappen no le resultaba tan indiferente el bienestar de sus hijos como creía con anterioridad.

Respiró hondo, se puso en pie, enderezó los hombros y tendió una mano.

— Hola. Soy Sergio Michel Pérez Mendoza.

Max miró un momento su mano antes de aceptar el gesto y estrechársela con brevedad. Bajó ligeramente la cabeza.

—Señor Pérez.

La frialdad de su tono contrastaba con la calidez de su mano.

Lo miró impaciente hasta que Sergio se dio cuenta de que estaba esperando sus explicaciones.

Aquello consiguió sacarlo de sus casillas. ¿Qué se creía aquel hombre? ¿Qué había entrado en su cesta de la ropa para robarle los calcetines?

Se estiró todo lo que pudo.

— El animalito de Oscar se metió en la cesta. Me incliné para agarrarlo, perdí el equilibrio cuando uno de los niños tropezó conmigo, la tapa del fondo cedió y me caí por ahí — dijo con sequedad —. Creo que ya conoce usted el resto.

—Sí — musitó el hombre, sin ceder ni un ápice —. Eso responde a una de las preguntas. ¿Qué me dice de la otra?

Pérez le devolvió la mirada, molesto por su actitud.

— ¿Qué otra? — preguntó.

— ¿Qué hace usted en mi casa? ¿Dónde está Kvyat?

— Eso son dos preguntas.

Pato avanzó medio paso y se metió entre ellos.

— Daniil Kvyat se marchó, papá.

— ¿Qué? — Max miró a su hijo mayor.

— Se marchó — repitió Pato.

— ¿Cuándo?

El niño se encogió de hombros.

— No lo sé. Hace dos días, creo.

— Tres — replicó Sergio.

— ¿Y por qué no me llamó nadie?

Pato frunció el ceño.

— Te llamé — dijo —. Me dijeron que me llamarías tú.

Para sorpresa de Sergio, el rubio parecía casi avergonzado.

"Operación papi"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora