Capítulo 9 - ✨ Debo ayudarlos ✨

1K 213 32
                                    

Sergio estaba soñando. Lo sabía, pero no le importaba.

Tendido en una tumbona al lado de la piscina, dejó que la imagen de Max lo envolviera.

— Te deseo — murmuró él, con ojos apasionados.

Comenzó a acariciarlo y él gimió de placer.

En aquel momento, algo se interpuso en su sueño; le pareció oír voces y abrió los ojos con un suspiro. Tres rostros pequeños lo miraban fijamente. Dio un respingo y se incorporó en el acto.

Los niños se echaron a reír.

— Eh, Sergio — dijo Pato —. Somos nosotros. ¿Te hemos asustado?

El hombre respiró hondo y sonrió.

— Desde luego que sí.

— ¿De verdad? — sonrió Pato.

— Mucho.

Ajustó la tumbona para poner el respaldo en posición más vertical.

— ¿Qué hacen aquí? ¿Encontraron un nuevo niñero?

El trío negó con la cabeza al unísono.

— No — repuso Pato, muy contento —. La señorita Piquet se ha asustado de Oscar, el señor Albon sólo le gustaban los canarios. Papá ha echado de casa a la señorita Godefridi y el joven Ocon ha intentado robarnos. Y luego, cuando papá ha llamado a la agencia, le han dicho que no pueden enviar a nadie más porque nuestra casa es un peligro.

— Papá ha dicho una palabra fea — añadió Oscar.

— Últimamente lo hace a menudo — dijo Lando —. ¿Quieres oírla?

— No — repuso Checo, que ya se había hecho una idea de la situación.

Pato echó la cabeza a un lado.

— ¿Tenías una pesadilla?

El joven se ruborizó.

— ¿Por qué lo preguntas?

— Porque hacías unos ruidos muy raros — dijo Lando.

— Queríamos despertarte antes — la informó Pato —, pero papá ha dicho que no lo hiciéramos.

Al oír aquello, Sergio giró la cabeza hacia la derecha y vio a Max de pie al lado de la caseta del baño.

¡Cielo Santo! Aparte de unas gafas de sol y un minúsculo bañador negro, iba desnudo. Recorrió su cuerpo con la vista hasta llegar a su rostro. El hombre tenía el ceño fruncido.

— Creí que les había dicho que no despertaran al señor Pérez — dijo.

— No lo hemos hecho — protestó Pato.

— Sólo queríamos asegurarnos de que estaba bien — corroboró Lando.

— Hacía unos ruidos muy raros — comenzó a explicarle Pato.

— Me he despertado solo — lo interrumpió Sergio —. No me han molestado, se lo aseguro.

— Me alegro.

El hombre dio un paso hacia adelante y los niños echaron a correr.

— Ahora que estás aquí tú para vigilar, ¿podemos volver al agua? — preguntó Pato, corriendo hacia la piscina.

— Sí — repuso Max, tenso —. Pueden ir — pasó al lado de Sergio y se sentó en una de las sillas agrupadas en torno a una mesa con sombrilla, a poca distancia del hombre —. Pero pórtense bien.

Miró a Pérez y este se estremeció al notar sus ojos sobre su piel. Max señaló la lata de Red Bull que llevaba en la mano.

— ¿Quieres una? — preguntó.

— No — repuso él, con voz ronca —. No, gracias.

Max colocó los pies en otra silla, abrió la lata de Red Bull y tomó un trago.

En la piscina, Lando se subió sobre los hombros de Pato y los dos la saludaron con la mano.

Sergio soltó una carcajada y les devolvió el saludo.

— Tiene suerte — le dijo a Max —. Son unos niños fantásticos.

El hombre hizo una mueca.

— A menos que cometa usted el error de querer ser su niñero. Entonces se vuelven locos.

— ¿Ha sido un día duro? — preguntó él.

— Podríamos decir que sí.

— Los niños me han dicho que no han encontrado a la persona adecuada.

Max guardó silencio tanto rato, que Sergio creyó que no iba a contestarle. Pero entonces, él suspiró y lo miró por encima de sus gafas.

— No es cierto. Aparte del joven Ocon, las demás no estaban tan mal. Claro que nunca lo sabré de cierto, ya que una se marchó convencida de que tengo un hijo pirómano, otro cree que mi casa está plagada de murciélagos y a la tercera le tiraron un cubo de hormigas encima.

Sergio se mordió el labio inferior. Estaba seguro de que al rubio no le gustaría que se echara a reír.

— Tengo entendido que él último tenía además algunos problemas.

Max se encogió de hombros.

— Habría dado igual que fuera la Madre Teresa. Los niños le tiraron las hormigas antes de que supiéramos que era cleptómana. No se puede confiar en ellos.

— A lo mejor es que no ha encontrado a la persona idónea.

El hombre negó con la cabeza.

— No creo que sea eso. En el último año y medio hemos tenido diez niñeros. No, el problema son mis hijos.

A lo lejos, Pato, fuera del campo de visión de su padre, salió de la piscina y se acercó al jardín que la rodeaba, donde arrancó los capullos de unas petunias, dejando detrás sólo los tallos.

Max, ignorante de lo que acababa de hacer su hijo, siguió desahogándose.

— Son caprichosos, desobedientes y no sienten ningún respeto por la autoridad.

Sergio lo miró con incredulidad. En su opinión eran unos niños imaginativos, listos y desesperados por atraer la atención de su padre. Le resultaba tan evidente que no comprendía cómo él no se daba cuenta.

Pato miró en dirección a su padre y arrojó las flores al agua.

— Vamos a jugar a los hombres X — propuso —. Esto será nuestra munición.

Agarró un puñado de flores mojadas y las lanzó contra su hermano pequeño. Oscar le disparó a su vez. Lando entró en la batalla y los tres niños se echaron a reír.

— No necesitan un niñero — concluyó Max —. Necesitan un carcelero.

Checo decidió que no necesitaban un niñero sino un padre. ¿Habría algún modo de conseguir que Max se portara como tal? No lo sabía, pero estaba dispuesto a intentarlo.

Se volvió pensativo hacia él.

🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁🏁¿Qué tal estuvo el capítulo? ❤️

Por favor, ayúdenme a recomendarla, compartirla y votar por ella.

Espero que les haya gustado el capítulo🫰🏻.

Nos vemos en el siguiente capítulo... 👋🏻

Gracias por leer ✨❤️

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Gracias por leer ✨❤️

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 06 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

"Operación papi"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora