24. we lost the kids

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capítulo veinticuatro
perdimos a los niños

Jude caminaba por los pasillos de la escuela, rumbo al patio de juegos, mientras soltaba un suspiro de cansancio

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Jude caminaba por los pasillos de la escuela, rumbo al patio de juegos, mientras soltaba un suspiro de cansancio

Ya había pasado varios días de las bromas con Reese, y aunque ella y el chico no se hablaban mucho desde entonces, sí pasaban molestándose y haciéndose bromas entre sí. Parecía ser ahora su firma de comunicarse.

Para dar un ejemplo, hoy en particular Reese estuvo pateando su asiento (ya que él se sentaba detrás de ella) durante clase de historia. Así que Judith se encontraba con algo de dolor de espalda y un gran mal humor.

Jude ya no quería darle importancia, pero juraba que si a Reese se le ocurría volver a patear su asiento o gastarle otra broma de mal gusto, ella no iba a quedarse de brazos cruzados.

Su tía Robin le dijo que seguro todo quedaría por la paz, al estar ambos a mano, y que ya no recurriera a bromas pesadas para defenderse. Lo que resulta curioso, ya que Francis también le dijo algo así a su hermano menor, y que las bromas realmente no eran buena forma de llamar la atención de alguien.

Pero, extrañamente, ambos pequeños se sentían fascinados por las bromas.

Jude se dio cuenta del potencial que las bromas tenían, y del montón de ideas que se le ocurrían respecto a eso. Y Reese se dio cuenta que, incluso si era raro, las bromas los mantenían unidos (aunque odiandose) y parecía ser la única forma en que Judith le prestaba atención.

Probablemente no era la mejor manera de convivir con la niña que te gusta, pero no había de otra y Reese no desaprovecharía la única oportunidad que le quedaba.

Regresando al momento, Jude se sentó en una mesa decidida a leer o solo recostar la cabeza sobre la mesa y descansar. Pero algo gritó su nombre y la hizo levantar la cabeza confundida.

—¡Hey, Hudson! ¡Sí, tú, ven! —dijo el chico, al verla señalarse a sí misma.

Algo confundida, Judith se levantó de su asiento y se acercó. No entendía por qué el chico quería hablar con ella, era el mismo que no la dejaba jugar baloncesto por ser niña (lo que ella creía estúpido).

—Uhm, ¿sí? —consultó.

—Vas con ellos, te dejé a Jack que juega bien, el resto apestan.

—¡Oye! —reclamaron varios chicos.

—Oh, saben que es cierto. Como sea, empecemos.

𝗷𝘂𝗱𝗲 𝘁𝗵𝗲 𝗼𝗹𝗱𝗲𝗿, reese wilkersonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora