Reflexiones Después de mi Cumpleaños

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17 de septiembre del 2024

Ayer fue mi cumpleaños, mucha gente me felicitó. Incluso en la empresa en la que trabajo fui felicitado cordialmente por mis compañeros. Me sentí halagado por eso, sus gestos hacia mí fueron preciosos y certeros.

Trabajo en un call center y ayer, precisamente, fue mi primer día de nesting (es una cosa en la que uno sigue en training, pero en el site de la compañía, haciendo un periodo de pruebas). Me fue bien con las llamadas. No estuve nervioso, porque no era mi primera vez atendiendo clientes.

Desde que llegué a casa, me dediqué a responderle a las personas que me habían felicitado en mi cumpleaños (son gente amable. Habían algunas personas que faltaron, como mi crush, pero no me sorprende viniendo de ella).

Pero hubo una persona a la que yo esperaba desde hacía días. Esperaba su felicitación, aún después de lo que pasó entre nosotros.

El nombre de esa mujer es Carmen Emilia Muñoz, una mexicana impulsiva que trabaja en la Cruz Roja en Nuevo León. Al principio, ella me caía bien por su personalidad. Parecía la típica lesbiana marimacho que odiaba a todos los hombres sólo por ser hombres, pero me sorprendió bastante que no era así.

Para no hacer la historia más larga, ella demostró ser una tóxica, una mujer digna de lástima. Tantas veces que me decía que ella era una buena persona y después se portó como lo contrario.

Carmen no sólo rompió su promesa de una "amistad sin divorcio", la cual fue reiterada en más de una ocasión en nuestra turbulenta amistad, sino que también optó por no cumplir con la felicitación que supuestamente iba a ofrecerme el día de mi cumpleaños.

Qué irónico. ¿No? Una mujer impulsiva y tóxica que dice ser buena persona, no cumple sus promesas y ni siquiera puede tomarse un minuto de su tiempo para felicitarme como ella dijo que lo iba a hacer.... No me sorprende por qué ella se la pasaba defendiendo famosos que ni siquiera la conocen. Parece que a tipos así les da más importancia que al hombre que la soportó y consoló durante tanto tiempo.

Hasta el día de hoy sigo acordándome de esa persona, esa peculiar persona que apareció en mi vida con la intención no declarada de provocarme traumas, enfados, herirme con su impulsividad, de hacer el ridículo defendiendo famosos, de subir en un pedestal incluso a las personas que habían salido con ella antes y de no cumplir una simple promesa que reiteró en varias ocasiones.

¿Cómo es que alguien así puede llamarse una buena persona?

En fin, no quiero amargarme la noche hablando de ella. En cambio, de lo que si quiero hablar es de algo que ocurrió con mi abuela.

Cuando llegó la noche, salí de mi habitación con mi celular en la mano, dispuesto a mostrarle una parte de mi novela Lujuria en el Convento (esa parte en la que Teresa habla con los niños sobre la esperanza).

Entonces, lo que sucedió fue que yo me tomé mi tiempo en leer esa parte, esperando qué diría mi abuela, pero ella, en lugar de hacerlo, mostró más interés en que yo le resolviera un asunto de su celular.

Después ella dio su opinión, pero el daño ya estaba hecho.

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