25 de octubre del 2024
Hoy decidí escuchar, solamente por curiosidad, a Sex Pistols y Nirvana, pues había tenido una interesante plática con Karen sobre el grunge, el punk y el rock.
Escuché God Save the Queen y tanto la letra como la composición musical me pareció algo aburrida y repetitiva, ya que la lírica de la canción no era tan transgresora como imaginaba.
Sin embargo, sé que, en el contexto de esa canción, las letras si eran provocativas al tratarse de una afronta directa contra la monarquía británica. Caso diferente fue el de Nirvana, pues sus letras no parecían tan ruidosas como sería el caso de los Sex Pistols.
Desconozco bastante de rock más allá de The Beatles y The Rolling Stones, pero si tengo conocimiento de sobra respecto a bandas de rock debido a que, en mi infancia, fui una suerte de "experto" en el tema del rock y el pop (principalmente por mi deseo de ser un rebelde, de no ser el típico niño sin cultura que sólo escucha reggaeton y trap).
Pero sucede que me siento más atraído hacia otra clase de música: la música clásica.
En mi infancia tomé clases de piano durante un tiempo. Fue una época nostálgica para mí en muchos aspectos, y una época que fue fructífera para mi insaciable curiosidad artística.
Ya en mi tortuosa adolescencia desarrollé un gusto renovado hacia esta clase de música al conocer compositores como Piotr Ilich Tchaikovsky, Johannes Brahms, Antonin Dvorak, Franz Lizst, Niccolo Paganini, Claude Debussy, Franz Schubert y Frederic Chopin.
Fue este último quién se ha posicionado como una de las figuras más interesantes para mi curiosidad y mi gusto artístico, tanto por su obra como por su vida personal.
La exquisita delicia auditiva que supone escuchar una obra del pianista polaco puede variar entre algún grado extremo de patriotismo rancio y una extrema melancolía que apenas logra conformarse con el deseo de llorar.
Recuerdo cuando, a los 14 años, era asiduo oyente del Nocturno no. 20 de Frederic Chopin. Esa pieza me parecía tan melancólica, tan nostálgica, cual día lluvioso.
Pero también algo que me llamó la atención de Chopin fue su curiosa vida privada y su compleja personalidad.
Admito que, en un principio, me habría gustado creer que ese compositor era un ser tímido, melancólico, idealista y eternamente nostálgico respecto a la situación de su país en aquellos tiempos..., pero resultó que no.
Me parece difícil, a estas alturas, mantener la ilusión de que así era el carácter de ese artista, como si inconscientemente quisiera que Chopin encajara en aquel estereotipo (ya gastado) de artista famélico o depresivo.
Hace unos meses vi Chopin: Desire for Love, y me pareció un filme... bastante cutre en algunos aspectos, pero aun así lo vi completo.
Y no mentiré, fue un poco difícil de ver debido a que esa película muestra la relación tóxica que tuvo el pianista con George Sand, la conocida escritora francesa. Relación que, por algún u otro motivo, duró una década.
Así que, como podría verse tanto en la autobiografía de Sand como en las cartas de los allegados de Chopin, puede llegarse a la conclusión de que el pianista polaco era poco menos que un ser claramente irritante en el sentido moderno de la palabra.
Leí en alguno de esos artículos insignificantes que Chopin y Sand descendían, de alguna parte, de las noblezas de sus respectivas naciones. Pero la mayor peculiaridad a destacar reside en el hecho de que Chopin, a lo mejor, era un monarquista de la vieja escuela, alguien demasiado tradicional para mi gusto.
Seguramente ese pianista llegó, en algún punto de su vida, a sentirse superior por su linaje poco aristocrático o por motivos que serían típicos de la gente de su tiempo (véase el racismo).
ESTÁS LEYENDO
Diario Personal
No FicciónSoy Joshua Ortiz y escribo este diario para registrar mi vida, mis pensamientos y mis experiencias.