Capítulo 02

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‹ LA GRAN REINA DRAGÓN ›

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El juego de tronos y la corona comenzaba.

La princesa era la única que lo sabía con precisión. El terreno estaba preparándose para la guerra. Pronto la sangre comenzaría a ser derramada y a correr violentamente.

El día de la boda de Lady Alicent Hightower y el Rey Viserys Targaryen había llegado. Una celebración amarga, una farsa conspirativa, una trampa mortal. Los Siete Reinos pedían una reina ahora que el luto por Aemma Arryn estaba oficialmente concluido. Se esperaba que la fiesta fuera pequeña, aunque lo suficientemente alegre en honor a la Lady Alicent. La Reina Aemma Arryn fue amada por su gente, siendo recordada valiente, hermosa, inteligente, dulce, pícara, fiel y determinada.

Rhaenyra bufó desde la mesita de sus aposentos, amargada. No tenía nada de apetito con tantos recuerdos sensibles girando en su cabeza. Tener otra oportunidad era problemático. Los dioses la hicieron su juguetito, pensaba, sintiéndose humillada por las vidas que cargaba encima. Se encontraba adolorida en el fondo de su alma.

La Fortaleza Roja estaba en un momento crítico por la muerte de Aemma, la próxima unión a celebrarse, el alejamiento del Príncipe Daemon y el misterioso encierro de la princesa. Abundaban las habladurías, hasta llegar a oídos del propio rey, quien también se hallaba preocupado al no conocer la razón del encierro de su hija, aislada por su cuenta, alejada de los demás a mano propia. Faltaban pocas horas para la boda real.

La puerta fue golpeada repetidamente, haciendo que Rhaenyra fuera a abrirla, obligada por la insistencia. Del otro lado de la puerta se hallaba una sonriente Alicent, manteniendo un porte regio, mostrándose con el vestido dorado de novia. La princesa alzó la barbilla, enfrentando a su futura madrastra, esforzándose por ser cortés y no hacer algún movimiento indebido, aún.

—Oh, Su Alteza... —Alicent hizo una reverencia, la última antes de convertirse en reina — ¿Me permite entrar a su alcoba? —ladeó la cabeza, en un gesto que pretendía mostrar inocencia, siguiendo el papel —. Creo que nos debemos una conversación verdadera ahora que somos familia. Me preocupo por usted. Somos amigas desde hace tiempo.

Era muy atrevido de su parte, se decía Rhaenyra, sabiendo que la doncella frente a ella no era una blanca paloma. Alicent era la destrucción que tendría que detener. Su rara amistad, llena de problemas, no era buena ni verdadera. De ser posible evitar la boda, lo hubiera hecho; pero la realidad era que la unión tenía un largo tiempo hecha y la fiesta era solo una vana formalidad frente a la Corte. De ventaja, además, tenía el conocimiento del futuro, el cuál moldearía si podía a su antojo, sabiendo los movimientos de los Hightowers, lo que resultaba tanto un alivio como un tormento. Era una pena la forma en la que las cosas acabarían.

La princesa contuvo sus quejas, su disgusto y su enojo. Daba la imágen de pensar que Alicent quería suplantar a la difunta reina. En ojos ajenos, la princesa solo haría un berrinche si se quejaba de la unión, así que Rhaenyra calló. Se suponía que eran amigas, siendo Alicent anterior dama de compañía de la reina y momentos antes dama de la princesa. En un segundo ambas se encerraron en la alcoba, manteniendo las distancias.

LA GRAN REINA DRAGÓN | Rhaenyra, Visenya y DaenerysWhere stories live. Discover now