El Legado del Mago|| KOOKJIN

XXVIII. Cuento para dormir

Me encontraba acostado en mi cama, la cabeza recostada en la almohada mientras miraba el techo abovedado de mi habitación. A mi lado, Jimin estaba sentado en una silla, hablándome con entusiasmo sobre su experiencia aprendiendo medicina junto al doctor del reino. Su voz era animada, y sus ojos brillaban con una pasión que no había visto en mucho tiempo.

—El doctor es increíble—, decía Jimin, sus manos moviéndose mientras hablaba—. Me ha enseñado tanto en tan poco tiempo. Hoy mismo me dejó asistir en una cirugía. Fue asombroso ver cómo funciona todo desde adentro, cómo cada órgano tiene su lugar y propósito.

Hoseok, que estaba sentado en el suelo cerca de la cama, observaba a Jimin con una sonrisa radiante. Se notaba que estaba feliz de ver a su amigo tan entusiasmado, tan lleno de vida. La alegría de Jimin era contagiosa, y por un momento, el peso de la guerra y de nuestras circunstancias parecía desvanecerse.

—Siempre supiste que tenías talento para la medicina—, le dijo Hoseok, sus ojos reflejando su orgullo—. Estoy tan feliz de que finalmente puedas hacer lo que amas.

—Sí, es algo que siempre quise—, respondió Jimin, su voz suave pero firme—. Desde que era un niño, soñaba con ayudar a los demás, con curar. Ahora que tengo la oportunidad, no la voy a dejar escapar. Cuando esta guerra termine, quiero dedicarme a esto por completo. Quiero ser alguien que haga la diferencia, que salve vidas.

Asentí, sintiendo una calidez en mi pecho al escuchar a Jimin. Era inspirador verlo tan decidido, tan claro en su propósito. Me recordó que, a pesar de la oscuridad que nos rodeaba, aún había luz, aún había esperanza. Jimin estaba encontrando su camino, su razón de ser, y eso me daba fuerza.

—Eres increíble, Jimin—, le dije, mi voz cargada de admiración—. Lo que estás haciendo es muy noble. No todos tienen la valentía de seguir sus sueños, especialmente en tiempos como estos.

Jimin sonrió, su rostro iluminado por la satisfacción—. Gracias, Jin—, dijo—. Pero no soy el único. Todos aquí estamos luchando por algo, por alguien. Cada uno de nosotros tiene una razón para seguir adelante, una razón para no rendirse.

Hoseok asintió, su expresión solemne—. Así es. Todos tenemos nuestros sueños, nuestras metas. Y aunque la guerra nos ha hecho sufrir, también nos ha mostrado lo que realmente importa.

La habitación se llenó de un silencio reconfortante mientras los tres reflexionábamos sobre nuestras palabras. A través de la ventana, pude ver cómo la nieve seguía cayendo suavemente, cubriendo el paisaje con una capa blanca y pura. Era un recordatorio de que, a pesar de todo, la vida continuaba. Y con amigos como Jimin y Hoseok a mi lado, sentía que podía enfrentar cualquier cosa.

—¿Sabes, Jin?—, dijo Jimin, rompiendo el silencio—. Tú también eres una gran inspiración. La forma en que has manejado todo, cómo has sido fuerte para todos nosotros... No sé qué haríamos sin ti.

Me sonrojé un poco ante sus palabras, sintiendo una mezcla de gratitud y humildad. —Solo estoy haciendo lo mejor que puedo—, respondí, mi voz un poco más baja—. Pero gracias. De verdad.

Hoseok se levantó y se acercó a la cama, dándome una palmada en el hombro—. Estamos juntos en esto, amigo. Y con Jimin aprendiendo a ser el mejor médico del reino, y tú con tu fuego, no hay nada que no podamos superar.

Sonreí, sintiendo una renovada esperanza. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero con amigos como ellos, sentía que cualquier cosa era posible. Estábamos unidos, y eso era lo que realmente importaba.

Nos miramos unos a otros y, sin necesidad de palabras, nos levantamos y nos abrazamos. Fue un abrazo fuerte, reconfortante, que comunicaba todo lo que no podíamos decir con palabras. Sentí la calidez de sus cuerpos, el latido de sus corazones, y por un momento, todo el miedo y la incertidumbre se desvanecieron. Estábamos juntos, y eso era suficiente.