III : Lo que pensamos de nosotros mismos

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Había pasado un año desde que le quitaron a Terzo la posibilidad de hacer conciertos. Más que enojado, el Papa estaba decepcionado de si mismo. Sister siempre le recriminaba que cometió el mismo error que su hermano, Secondo, ser un completo inútil y burlarse del clero. Aunque sabía que todo lo que decía Imperator era mentira, él de una manera u otra... Le creía. 

—¡Sister perdón, no quise hacerlo! —Lloraba el pequeño niño, la mujer lo tomaba con fuerza de la muñeca mientras lo arrastraba a la oficina de su padre, bastante molesta —

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—¡Sister perdón, no quise hacerlo! —Lloraba el pequeño niño, la mujer lo tomaba con fuerza de la muñeca mientras lo arrastraba a la oficina de su padre, bastante molesta —. ¡Sister lo siento, puedo arreglarlo, perdó-!

El niño fue callado por una cachetada. La mujer le arrebató el pequeño peluche que tenía en su mano derecha y lo tiró al suelo con fuerza, enfurecida.

—¡DEJA DE QUEJARTE POR UN MOMENTO TERZO! ME TIENES HARTA CON TODAS TUS TRAVESURAS. COMPORTATE COMO UN EMERITUS POR UNA MALDITA VEZ. —Gritaría más si no hubiera sido por un grupo de hermanas que pasaba por ahí, a las cuales les dedicó una dulce sonrisa, volviendo al niño—. Terzo... eres el último niño con sangre Emeritus. ¿Acaso piensas que eres alguien normal? No estudias para ser Cardenal, no estudias para ser un simple Hermano, estudias para ser un Papa Emeritus. ¿Puedes comportarte de una maldita vez como uno? Primo es muy obediente, Secondo es muy inteligente, y tu... bueno, eres tú.

El niño podría tener tan solo 8 años, pero entendía bien las palabras que iban dirigidas hacia él. No paraba de soltar lágrimas mientras veía aquel conejo de peluche en el suelo.
Vio a Sister con tristeza en sus ojos, pensando que tal vez disculpándose remendaría la travesura que acababa de hacer.
 

—Perdón.

Sister no pudo más. Le dio un golpe en la boca, haciendo que se le abriera el labio, la sangre se derramaba del labio inferior hasta su barbilla, sin emitir algún otro ruido, simplemente su llanto en silencio. 

—Un Emeritus... jamás se disculpa. Espero que te haya quedado claro eso. —La mujer odiaba corregirlo, pero si no lo hacía... nadie más lo iba a hacer. —Mira, si vuelve a suceder algún otro inconveniente de este tamaño o peor... no solo te romperé el labio, te romperé cada uno de tus huesos. Y si nos defraudas como Papa, te juro que- 

—Hermana Imperator, perdone... —Interrumpió una hermana del pecado, la hermana Mary, la cual se encargaba de todos los niños del clero—. Buscamos por todo el clero, pero no hay rastro de su hijo... —Informó asustada, era su responsabilidad cuidar del niño. Pero falló en eso.

El rostro de Sister se convirtió en uno de miedo. No se despidió de Terzo, se fue corriendo junto a la hermana Mary para encontrar a su hijo. Terzo lo vio extrañado, ¿En serio se preocupaba mucho por él? Nihil nunca lo había hecho. Los más preocupados por él era su hermano Secondo y sus Ghouls.

Recogió ese peluche y le limpió el polvo, viéndolo a los ojos. Corrió lo más que pudo hacia los jardines traseros del clero, lugar donde todo lo que entraba ya no salía. Se sentó al lado de flores Nomeolvides, las favoritas de Terzo por su distintivo color. Se limpió la sangre de su labio y barbilla con la manga de su traje, que, al ser negro, no se notaba. Abrazado al peluche volvió a llorar, sus ojos se convirtieron en un manantial de agua, y las flores a su alrededor las únicas que podrían escuchar ese llanto tenue, o al menos eso creía. 

No me olvides. // Omega x TerzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora