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Phuket, considerada una de las islas turísticas más populares de Tailandia. Un paraíso para todo turista que por primera vez ponía un pie en sus preciosas tierras. Bañada por una de las playas más hermosas y mejores del país, rodeada de montes con verdes bosques tropicales y rodeada de templos en los cuáles las personas budistas iban a rendir culto.

Desde que nací hasta hoy había vivido en una de las zonas más tranquilas y más amigables de la ciudad. Todos lo vecinos se conocían, habían hermosos parques y uno en especial cerca de casa. Lo visitaba la mayoría de domingos con mis padres. Amaba demasiado ese lugar y sobre todo por los batidos de frutas que papá me daba sin que mamá se entere.

Estábamos a finales de julio así que dentro de poco sería el día 31. Mí cumpleaños.

Dicen que una de los años más importantes en la infancia es llegar a cumplir los 8 años, luego los 12, los 14, los 16, los 21 y los 26; o al menos eso es lo que se creía en mí familia.

Según como mi abuela Heidi me lo había dicho, a los 8 años recibiría una noticia que cambiaría mí vida para siempre, así como también un regalo que me duraría toda la vida o incluso mucho después de mi muerte. Sería eterno.

La historia de amor de mis padres era digna de mi admiración, digna de tener un libro a nivel de la biblia y en el mejor de los casos una película.en Hollywood.

Ellos se habían conocido en la fiesta de titulación de mi mamá.

Malai, mí madre, una mujer en ese entonces de 30 años se graduaba con honores de la carrera de Medicina. Esa tarde de enero, ella iba caminando muy orgullosa hacia el escenario, su turno de ir por su título había llegado. Mí padre, Arthit, en ese entonces con 35 años, fue el alumno estrella que le entregó el título a mí madre.

Según lo que una mañana durante el desayuno me comentaron, papá aquella tarde había quedado totalmente sorprendido por la belleza de mamá y mucho más porque él fue el alumno estrella de su promoción y ahora le entregaba el título universitario a la alumna estrella de esa promoción. El destino.

Ambos muy buenos en su campo, simplemente estaban destinados a conocerse.

Era hija única, la adoración de mis padres, pero más de papá.

Yo, siempre fui su adoración.
Me llamaba su niña de lunares sonrientes ¿Por qué? Porque al igual que él había nacido con dos de sus tres lunares: en el labio superior y un poco más arriba cerca del pómulo. Si tan sólo hubiera nacido con el tercer lunar, tendría los mismos que él y seríamos padre e hija perfectos. Pero, sea como sea, me contentaba con los que tenía. Cosas de la vida.

Mí padre jamás me negó nada, claro que yo debía dar algo a cambio: portarme bien y traer las mejores notas a casa. Ese era mí único trabajo.

Él era mi héroe, mi ejemplo a seguir, mi más grande admiración.

31 de julio

El día de mi cumpleaños.
Ese día cumpliría 8 años y por fin lo que mi abuela por tantos años me había contado (desde que tengo memoria) se cumpliría. Tendría aquel tan anhelado regalo entre mis manos. Estaba ansiosa y emocionada por ello.

Dato importante, no siempre las sorpresas que pueden cambiar la vida son noticias buenas y no siempre los regalos que pueden durar hasta después de la muerte son regalos que deseemos tener. Un juego de palabras mortal ¿Verdad?

Este sería mí día especial.

Esa misma tarde mamá estaba en la cocina terminando los preparativos de mi fiesta, la cuál se daría en un par de horas.
Yo, como todas las tardes después de la escuela, estaba haciendo los deberes, los números y letras combinados a veces me causaban demasiado confusión.

¿Papá?

Él regresaría esa misma tarde de Bangkok. Era un médico muy solicitado, había viajado porque debería, y cito sus propias palabras: “realizar una operación complicadísima que sólo él podría llevar a cabo”. Creía en él.

Estaba tratando de entender un poco de trigonometría cuando escuché que el teléfono de la cocina sonó, mamá contestó la llamada y seguido de ello un grito desgarrador acompañado de cristales estrellándose contra el suelo.

Después de ello en lugar de mí patio trasero decorado de globos, pastel, mis amigos, diversos dulces y música de cumpleaños; ahora estaba en la parte trasera de un taxi con mamá y la abuela Heidi camino al hospital de Phuket.
No tenía del todo claro lo que había pasado, ellas sólo me dijeron que iríamos a ver a papá.

Al llegar un oficial de policía a cargo del caso pidió hablar con mamá. Me quedé con la abuela aferrada a su mano pero, escuché todo.
Papá no había estado en un viaje de trabajo como me dijo que sería. Al contrario, estaba de paseo con su otra familia.

El policía a cargo del caso le comentó a mamá que papá y su otra familia estaban regresando de Bangkok y en el camino tuvieron una discusión la cuál ocasionó que papá salga del camino e impacte contra otro vehículo que venía en el lado contrario. ¿Trágico verdad?

Mamá y la abuela dejaron de llorar por papá al enterarse de aquello.

Y en todo esto había algo extra. Papá y su enfermera de confianza tenían una hija, la cual había sobrevivido a aquel fatídico accidente. ¿Sorprendente verdad?
Para sorpresa de mi madre la enfermera Lawan fue una niña que creció en un orfanato y por lo tanto no tenía familia. Esto dejaba a la otra supuesta hija de mi padre sin familia, sin nada, sin nadie.

– Ella no tiene la culpa – Fueron palabras de mí madre cuando recibió la noticia.

Mamá, se hizo cargo de los gastos de la hospitalización de la otra hija de mi padre así como también de sus cuidados durante y después de su hospitalización. ¿Muy bondadosa mí madre verdad?

Cuando conocí a mi supuesta hermana aún estaba inconsciente en la cama del hospital. Lo primero que hice para comprobar si era verdaderamente hija de mi padre y que ella y yo compartíamos ADN fue ir directamente al lado izquierdo de su rostro y ver su mejilla, rogaba porque no estuviera ahí, pedía que sólo fuera una broma de cumpleaños pero, ese día los dioses de los cumpleaños no estaban de mí lado y efectivamente cuando revisé ahí estaba lo que buscaba.
Los lunares de papá.

Yo tenía dos de los tres lunares de papá.
Ella tenía dos de los tres lunares de papá.
Y ambas teníamos el mismo lunar, en la misma zona. El pómulo izquierdo.
Compartíamos el mismo padre y el mismo lunar y ahora en adelante compartiremos mucho más que sólo una casa.

Hace muchos años mi abuela tuvo razón en sus predicciones por mis 8 años.
La noticia: La muerte de mi padre.
Mi regalo: Una hermana: Sirilak.

Ah sí, lo olvidaba
Tengo esa mala costumbre de olvidar algunas cosas cuando hablo demasiado… En fin.
Mí nombre es Pansa Vosbein
Mis amigos me llaman Milk.











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MISMO LUNAR [MilkLove & LingOrm]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora