III | Rezo

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Cada vez que una estrella fugaz volaba por el horizonte, Aerith rezaba.

Apenas fueran visibles las pequeñas luces en un cielo cambiante, todavía claro pero ya lo suficientemente oscuro, entre un tono azul y morado, Aerith se detendría y miraría al cielo. Tardaría bastante con la vista perdida, meditando entre las pocas nubes que flotaran cerca. Normalmente, Cloud no podría ver su expresión, eligiendo contemplarla desde atrás, no queriendo meterse en un momento que parecía delicado, de la fragilidad que uno siente hacia un objeto de cristal en sus manos. Pero él podría decir, con el imperceptible temblor de sus manos y el suspiro que saldría de ella, al ponerse en su posición con la cabeza gacha y las manos pegadas al pecho, que Aerith, cada vez, estaría nerviosa.

Aprendería a quedarse callado. Una presencia silente y paciente, hasta que ella se diera la vuelta y decidiera apresurarse para reintegrarse con el equipo. Cloud, como es costumbre ya en estos tiempos, no le quitaría los ojos de encima.

Aprendería a preguntarse, en cada ocasión, con un sentimiento de inquietud acechando en su pecho, el motivo de los rezos de Aerith. Cada vez que la perdiera de vista mientras el grupo caminaba, o cuando se alejara del campamento establecido, y ella estuviera ahí, luciendo increíblemente solitaria. Inalcanzable.

Estaría siendo testigo de uno de los muchos lados de Aerith que Cloud quisiera comprender, en cada ocasión. Que quisiera escuchar de ella, que compartiera con él lo que hubiera detrás de su vacilación.

Sus propias enseñanzas, al final, no fueron muy buenas. Porque un día se acerca a ella y la interrumpe en medio de su ceremonia.

⸺¿Por qué rezas?

Aerith parpadea sorprendida. Hay una incertidumbre habitual que la recorre de inmediato, pero al mismo tiempo, una pizca de alegría late en su pecho. Ella lo mira con una pequeña sonrisa que promete respuestas, que afirma secretos, pero que se escapan antes de que puedas intentar descifrarlos. ¿Por qué rezaba? Esa era una buena pregunta, sobretodo, porque Aerith ni siquiera sabía si lo estaba haciendo bien.

¿Cuáles eran sus motivos para rezar, entonces? ¿Valdrían la pena? ¿Sus plegarias serían escuchadas? Ella no lo sabía, y esa era la parte que daba miedo. Más miedo que el cielo, todavía más que un planeta entero que quizá sea demasiado para ella, destinada a perderse y ser olvidada en sus inmensidades. Parecía que ha rezado toda una vida, parecía que era lo único que podía hacer.

Aerith mira a Cloud, a la razón de sus miedos, la razón de sus esperanzas. La fuente de sus fortalezas y debilidades, la determinación por luchar y la única excepción por la que se podría rendir. Aerith mira a Cloud, y en él ve el cielo, ve la tierra, ve el amanecer de un mañana y ve el verde de un futuro. Y esa es la razón de sus plegarias sin respuesta.

⸺Rezo por un mundo seguro.

Para ti, siempre para ti.

La vida nos pasa ⚘ 𝗳𝗳𝟳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora