capítulo 17: Las estrellas brillantes

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En la noche estrellada de un verano cálido, Anya y Damián se encontraron en un pequeño parque apartado de la ciudad. El cielo estaba despejado, y las estrellas brillaban con una intensidad que parecía casi mágica. Era una noche perfecta para hacer realidad un deseo especial.

Damián, ahora conocido como Dylan, no recordaba su vida pasada como Damián, pero la conexión que sentía con Anya era innegable. Anya, por su parte, había pasado un año creyendo que Damián estaba muerto, pero el destino los había reunido de nuevo, aunque bajo circunstancias diferentes.

Se sentaron juntos en una banca, con la suave brisa acariciando sus rostros. Anya miró a Dylan, y sus ojos reflejaban una mezcla de alegría y tristeza. Sentía que, de alguna manera, había recuperado una parte perdida de su vida.

"Hay algo que quiero hacer," dijo Anya, sacando un pequeño frasco de cristal de su bolso. Dentro, había dos diminutos pergaminos enrollados. "Siempre he creído que las estrellas escuchan nuestros deseos más profundos."

Dylan la miró, intrigado. "¿Qué quieres hacer con eso?"

Anya sonrió y abrió el frasco. Sacó los pergaminos y le entregó uno a Dylan. "Quiero que escribamos un deseo en estos pergaminos. Un deseo que siempre nos una, sin importar lo que pase."

Dylan tomó el pergamino, sintiendo la suavidad del papel entre sus dedos. "¿Un deseo que siempre nos una?"

Anya asintió. "Sí. Aunque las circunstancias cambien, quiero que haya algo que siempre nos conecte."

Ambos se quedaron en silencio, sumidos en sus pensamientos. Anya cerró los ojos y se concentró, dejando que su deseo más profundo emergiera. Escribió con cuidado en el pergamino: *"Deseo que nuestras almas siempre se encuentren, sin importar el tiempo o la distancia."*

Dylan, aunque no comprendía del todo la razón de este ritual, se dejó llevar por el momento. Escribió: *"Deseo que nuestra conexión perdure más allá de lo que nuestros ojos pueden ver."*

Cuando terminaron, Anya le sonrió y le pidió que se acercara a un árbol cercano. Juntos, ataron los pergaminos a una rama baja, donde las hojas susurraban con el viento.

"¿Crees que funcionará?" preguntó Dylan, mirando los pergaminos ondear suavemente.

Anya lo miró con ternura. "No lo sé, pero tengo fe en que el universo escucha los deseos que vienen del corazón."

Se abrazaron bajo el cielo estrellado, sintiendo que, de alguna manera, habían sellado un pacto eterno. Las estrellas, testigos silenciosos de su promesa, brillaron con más fuerza, como si ellas mismas estuvieran conspirando para que sus deseos se hicieran realidad.

Aunque Dylan no recordara su vida pasada como Damián, y aunque Anya aún tuviera que desentrañar el misterio de su regreso, ambos sintieron que habían dado un paso importante hacia un futuro juntos. Un futuro en el que, sin importar las pruebas y desafíos, sus almas siempre estarían conectadas por ese deseo compartido bajo las estrellas.

Mientras se abrazaban, Anya se perdió en sus pensamientos. El dolor de haber perdido a Damián aún era fresco en su corazón, pero estar al lado de Dylan le daba una extraña sensación de consuelo y familiaridad. Sabía que él no era Damián, pero no podía evitar sentir una conexión inexplicable con él.

Dylan, ajeno a la verdadera naturaleza de sus sentimientos, sintió una calidez que le resultaba desconcertantemente familiar. Aunque no recordaba nada de su vida pasada, estar cerca de Anya despertaba en él una sensación de pertenencia y seguridad.

“¿Puedo preguntarte algo, Dylan?” Anya se separó un poco del abrazo y lo miró a los ojos.

“Claro, lo que quieras,” respondió él, mirándola con curiosidad.

Anya tomó una profunda respiración. “¿Alguna vez has sentido que… conoces a alguien sin realmente saber de dónde?”

Dylan frunció el ceño, reflexionando. “A veces. Contigo, por ejemplo. Es como si te conociera desde siempre, aunque sé que eso no es posible.” Sonrió, tratando de aliviar la tensión que notaba en Anya.

Ella sonrió de vuelta, aunque sus ojos mostraban un destello de tristeza. “Yo también siento lo mismo. Es extraño, pero reconfortante.”

Se quedaron en silencio por un momento, disfrutando de la tranquilidad de la noche y la compañía mutua. Las hojas susurraban con el viento, y los pergaminos atados a la rama se movían suavemente, como si compartieran un secreto antiguo.

“¿Te gustaría venir a cenar a mi casa mañana?” preguntó Anya de repente, rompiendo el silencio. “Me gustaría pasar más tiempo contigo, y quizás… aprender más sobre ti.”

Dylan asintió, complacido. “Me encantaría. Será una oportunidad para conocernos mejor.”

Anya sonrió, sintiendo una chispa de esperanza. Aunque el camino por delante fuera incierto, estaba decidida a descubrir la verdad sobre Dylan y la conexión que compartían. Quizás, en algún lugar de ese viaje, encontraría la respuesta a su deseo más profundo y el camino hacia un futuro juntos, sin importar las circunstancias que los separaran.

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