Capítulo 16: Bajo las estrellas fugaces

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En el cielo nocturno, miles de estrellas titilaban como diamantes, y un viento suave susurraba entre los árboles. Anya y Damián, ahora conocido como Dylan, se encontraban en una colina solitaria, lejos del bullicio de la ciudad. La lluvia de estrellas prometía ser la más espectacular en décadas, y Anya había insistido en ir a ese lugar especial para disfrutar del espectáculo.

Anya se sentó en la hierba, abrazando sus rodillas mientras miraba el cielo con ojos llenos de esperanza y melancolía. Había perdido a Damián hace un año, o al menos eso pensaba. La compañía de Dylan le traía consuelo, aunque no podía sacudirse la sensación de que faltaba algo, alguien.

Dylan se acostó a su lado, con los brazos cruzados detrás de la cabeza, mirando el cielo en silencio. A pesar de su nuevo nombre y vida, sentía una conexión inexplicable con Anya, algo profundo que no podía comprender del todo.

Las primeras estrellas fugaces comenzaron a cruzar el firmamento, y Anya cerró los ojos por un momento, formulando un deseo silencioso. En su corazón, pedía un milagro, un rayo de esperanza que la reuniera con el Damián que tanto amaba y extrañaba.

Dylan se giró hacia Anya, observándola en la penumbra. Había algo en su mirada que le resultaba familiar, algo que le despertaba sentimientos olvidados. Sin saber por qué, se sintió obligado a hablar.

-¿En qué piensas? -murmuró, su voz apenas un susurro sobre el viento.

Anya abrió los ojos lentamente, volviéndose hacia él. Sus labios se curvaron en una sonrisa triste.

-En alguien que perdí -respondió ella suavemente, sus palabras cargadas de una tristeza profunda.

Dylan sintió un extraño tirón en su corazón, como si su nombre real, enterrado en lo más profundo de su mente, estuviera luchando por salir a la superficie. Al ver el dolor en los ojos de Anya, se sintió impulsado a consolarla.

-Tal vez, no lo has perdido del todo -dijo, casi sin pensar. Se acercó un poco más, sintiendo el calor de su cuerpo cerca del suyo.

Anya lo miró, sus ojos buscando respuestas en los suyos. Había algo en Dylan que le recordaba a Damián, pero la realidad era demasiado cruel como para alimentar esa esperanza. Sin embargo, sus palabras despertaron una chispa en su corazón.

-Ojalá fuera verdad -susurró, mientras una lágrima rodaba por su mejilla. Pero entonces, se obligó a sonreír, intentando disipar la tristeza-. Pero estoy agradecida de tenerte aquí, Dylan. Me haces sentir que no estoy sola.

Dylan sintió una oleada de emociones mientras la observaba. Sin comprender del todo por qué, se acercó más y tomó su mano. La conexión entre ellos se sentía casi palpable, como si el universo mismo estuviera conspirando para que sus almas se reencontraran.

-Nunca estarás sola -prometió, su voz cargada de una intensidad que ni él mismo entendía del todo. En ese momento, una estrella especialmente brillante cruzó el cielo, y ambos se quedaron en silencio, contemplando la majestuosa danza de las estrellas fugaces.

Bajo el manto de la noche y las estrellas que brillaban en lo alto, dos almas conectadas por un pasado olvidado se encontraron, compartiendo un momento que, aunque fugaz como las estrellas que cruzaban el cielo, sería eterno en sus corazones.

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Y así, bajo la lluvia de estrellas, Anya y Dylan, sin saberlo, se acercaron un paso más hacia la verdad y el reencuentro que tanto anhelaban.

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