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Violette Beaumont y Alex Beaumont hijos de la mismísima Diosa Hécate y el Dios Khaos. Ambos dioses oscuros por la maldad que crecí...
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El inframundo es el lugar de todas las pesadillas de los muertos, un reino de sufrimiento y pena donde las almas pagan por todas las acciones que cometieron en la tierra. Sin embargo, también es un refugio seguro para los secretos más oscuros y peligrosos, especialmente si se trata de una profecía de gran magnitud.
Perséfone asimilaba la información que su amiga Hécate le había compartido. Era descabellado imaginar que los hijos de Hécate y Khaos pudieran desatar algo capaz de destruir el Olimpo. Además, era impactante que ambos dioses pudieran tener hijos; no se escuchaba algo así desde hacía mucho tiempo.
Ambas diosas estaban sentadas en un sillón de seda en una habitación del castillo. El ambiente estaba cargado de tensión, como si el aire mismo susurrara secretos oscuros.
—Si Zeus se entera de esto, los matará, y yo no podría soportar perder otro hijo —su voz flaqueó mientras acariciaba un collar que llevaba en su cuello.
La reina del inframundo negó varias veces con la cabeza, tomando las manos de Hécate en un intento de consolarla.
—Lo entiendo, Hécate. Jamás se lo contaría a nadie. Has sufrido demasiado y mereces ser una madre.
Hécate suspiró, sus ojos llenos de preocupación y tristeza. La oscuridad del inframundo parecía aún más pesada en ese momento, reflejando el peso de sus secretos y el temor por el futuro.
—¿Qué hay de Khaos? ¿Qué crees que va a hacer? —preguntó Perséfone, su voz apenas un murmullo.
Hécate apartó las manos y se levantó con inquietud, caminando hacia una ventana y mirando tras de ella. La luz de la luna iluminaba su rostro, revelando una mezcla de preocupación y determinación.
