Clara estaba en la sala, hojeando una revista sin prestar realmente atención a las páginas. Daniel estaba en la cocina, preparándose un café. Había dejado su teléfono en la mesa del comedor y, por un instante, Clara sintió una punzada de curiosidad. Llevaba semanas notando comportamientos extraños en Daniel: mensajes que llegaban tarde por la noche, risas y sonrisas mientras leía su teléfono. Todo esto avivaba sus inseguridades.
No pudo resistirse. Se acercó al teléfono y lo desbloqueó, usando el código que Daniel había compartido con ella tiempo atrás, en una época en la que la confianza entre ambos era incuestionable. Abrió la aplicación de mensajes y ahí estaban: varios mensajes de Laura, su colega de trabajo. Algunos eran claramente profesionales, pero otros... "Gracias por la charla de hoy, me animaste mucho 😊" o "Deberíamos tomar un café fuera del trabajo algún día". Clara sintió una mezcla de enojo y tristeza.
La inseguridad la llevó a indagar más. Comenzó a espiar sus redes sociales, buscando señales, pistas, cualquier cosa que pudiera confirmar sus sospechas. Cada "me gusta" y comentario en las publicaciones de Laura la atormentaban más.
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Por otro lado, Daniel también estaba preocupado. Había notado que Clara hablaba más frecuentemente con un viejo amigo, Javier. Había visto su nombre aparecer en el historial de llamadas y mensajes. Recordaba vagamente que Clara había mencionado a Javier alguna vez, pero nunca con detalles. Daniel empezó a preguntarse si había algo más detrás de esa amistad.
Decidió no confrontar a Clara inmediatamente, pero el malestar crecía dentro de él. Cada vez que Clara sonreía mientras leía un mensaje, él se preguntaba si era Javier quien la hacía reír. La duda se convirtió en una sombra constante en su mente.
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Una noche, mientras cenaban, la tensión finalmente explotó. Clara, incapaz de contener sus celos, lanzó la primera piedra.
-¿Por qué no me dijiste que te escribes tan seguido con Laura? -Su voz era firme, pero sus ojos traicionaban su dolor.
Daniel levantó la vista, sorprendido y defensivo.
-¿De qué estás hablando?
-Vi los mensajes, Daniel. No me trates como si no supiera lo que está pasando.
Daniel frunció el ceño, sintiendo una mezcla de culpa y rabia.
-¿Estuviste revisando mi teléfono? ¿Desde cuándo no confías en mí?
Clara se quedó en silencio por un momento, sopesando sus palabras.
-Desde que empezaste a comportarte de manera extraña, a ocultar cosas. -Su voz se quebró al final, y una lágrima rodó por su mejilla.
Daniel se levantó de la mesa, agitado.
-¿Y tú? ¿Qué hay de Javier? ¿Por qué estás tan cerca de él? No me trates como el único culpable aquí.
Clara se quedó helada, sin saber qué responder. Había mantenido su amistad con Javier en un segundo plano, pero ahora veía cómo esa omisión se volvía en su contra.
-Javier es solo un amigo -dijo, tratando de sonar convincente-. Nunca ha sido más que eso.
-¿Y se supone que debo creerte? -replicó Daniel, cruzando los brazos-. Porque parece que la confianza es un problema para ambos.
Las palabras quedaron flotando en el aire, y el silencio que siguió fue ensordecedor. Ambos se miraron, sabiendo que habían cruzado una línea. Las discusiones sobre la falta de confianza se volvieron más frecuentes y más intensas en las semanas siguientes. Cada desacuerdo menor se transformaba en una batalla campal, alimentada por el resentimiento y la inseguridad.
La relación, que alguna vez fue un refugio de amor y comprensión, se estaba desmoronando bajo el peso de los secretos y la desconfianza. Ninguno de los dos sabía cómo dar marcha atrás, cómo reparar los daños causados. La incertidumbre y el dolor se habían instalado entre ellos, y parecía que no había forma de expulsarlos.