¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
— Debiste haber dejado ese peluche en tu tienda—Habló la gata en un tono alto para que pudiera escucharla, con su expresión neutral y abriéndose paso entre los animales del refugio que realizaban sus tareas matutinas. Sostenía una bandeja de comida en mano, al igual que su acompañante.
— Ay, no quiero dejarlo. Significa mucho para mi ya que fue un regalo por parte Rouge—le sonrió la coneja, caminando a su lado. La de ojos dorados solo rodó los ojos con una sonrisa.
— Sabes.. es muy lindo de tu parte que quieras llevarle el almuerzo a Silver—continuó la menor, mirándola con ternura.
— Me salvo la vida, se lo debo.—Respondió a secas.
— ¿No es por otra cosa?—Blaze se giró a verla confundida— por favor, debes admitir que le has agarrado cariño.
— De ninguna manera—su entre ceño se endureció— odio a los erizos y nunca dejaré de hacerlo.
— Al menos intenta ser amable, él ha sido muy dulce y paciente contigo, a pesar de saberlo—hizo un puchero.
— No tiene mi confianza.
— Eso lo entiendo..—Desvió la mirada—pero.. ¿podrías intentar sonreírle? Tal vez eso lo motive para que pueda recuperarse.
— Tal vez—abrió la puerta de la enfermería y ambas entraron.
— ¡Buenos días!—Saludó amablemente la coneja. Algunos de los que se encontraban en las camillas la saludaron con un ademán de manos y una sonrisa, al igual que los que se encargaban de atender a los heridos.
— Cream, que bueno verte—Ray se acercó a ella, luego miró a la gata— Y a ti, Blaze.
— Hola.. ¿Dónde está el cuarto de Silver?—Preguntó con indiferencia, sorprendiendo a la ardilla.
— ¿Silver? wow—le sonrió— es esa de allá—le señaló.
— Gracias, vuelvo en unos momentos—se retiró, dejándolos solos.
— Mighty me dijo que aún no has podido comer algo por estar todo el tiempo aquí, así que te traje el almuerzo—La ojos miel le entregó la bandeja, sonriéndole.
— Dios, muero de hambre. Gracias, Cream—Acarició su melena, despeinando la en el proceso y haciéndola reír.
— Espero te guste, tenemos una nueva integrante en la cocina. María, es muy buena—contó, posando sus manos sobre su cintura. El rubio se sentó en una de las camillas vacías mientras la escuchaba.
— Eso hay que probarlo—Respondió divertido, tomando una cucharada de arroz de verduras y pescado que la eriza había preparado y llevándoselo a la boca.
— ¿Qué te parece?—Preguntó con curiosidad.
— Es..delicioso—Pronunció con la boca llena y sonriéndole suavemente.
