Relato 10 (Capítulo 8). Tick Tack

47 10 1
                                    

Le tomé las pulsaciones para comprobar si estaba vivo. Por suerte lo estaba pero en su estado no duraría mucho. Llamé a emergencias y conté lo ocurrido. Llegaron rápido y subí a la ambulancia detrás de la camilla. En el camino me dispuse a llamar a los demás, pero nadie contestaba. No quería pensar lo peor, pero en esta situación era lo único que pasaba por mi cabeza.
Una vez llegamos al hospital recorrí corriendo tras la camilla los largos pasillos hasta la sala de operaciones cuya puerta cerraron en mis narices.
Esperé, esperé, esperé y desesperé.
Cada vez que alguien salía de la sala, fuese quien fuese, le preguntaba sobre el estado de mi amigo. Pero nadie sabía qué contestarme.
Ya no salía nadie desde hacía rato. Volví a esperar, esperar, esperar y desesperar. Tres o cuatro horas después salió el médico responsable de la operación o lo que fuere que tuvieran que hacerle. Su expresión seria y distante no me tranquilizó. Me acerqué corriendo a preguntar:
-¿Cómo se encuentra?, ¿Sigue vivo?, ¿Qué le habían hecho?, ¿Está consciente?
-Déjame hablar a mi.
Me calle de pronto dispuesta a oír lo que tenía que decir.
-Hemos hecho lo que hemos podido durante estas cuatro horas pero...
Tragué saliva, apreté mis puños, ya sabía lo que venía ahora.
-Pero sus órganos principales habían sido dañados, tenía unas heridas muy profundas y demasiadas. Por eso...
-Por eso ha muerto, ¡¿No es cierto?!
Comencé alzando la voz.
-Sí, pero hicimos lo que buenamente pudimos.
-¡¿Hicisteis lo que pudisteis?! Y por qué no intentasteis no sé... Ah sí, salvarlo quizá.
-Señorita tengo algo más que decirle si me lo permite.
Me relaje un poco, pero no podía.
-Su amigo dijo algo antes de morir, justo al despertar de la anestesia.
-Espera, ¿mi amigo despertó y no me avisaron?
-Iba en contra del reglamento.
-¡¿El reglamento?! Mi amigo se moría y era la última vez que podría haber hablado con él. Pero ustedes han preferido coger el mensaje como si pudiera volver a verlo otra vez. Y a no ser que aparezca en forma de fantasma como Kaos no creo que eso pueda ser posible.
Ahora mismo estaba perdiendo los papeles, no era la persona con sangre fría que controlaba este tipo de situaciones. Quería llorar y matar a todos los responsables de aquello. El médico me observaba pensando que me había vuelto loca. Seguí desvariando hasta que tuve un momento de lucidez.
-Y ¿qué es lo que mi amigo le dijo?
-Pues bien, dijo: "Vienen a por Narnia, ellos me lo dijeron, saben donde está."
Grité con desesesperación. Gritaba una y otra vez que no. No quería aceptar la muerte de alguien más, no quería aceptar que aquella gente que me buscaba me había encontrado. Todo esto era por mi culpa, todo. La muerte de Kaos y ahora, la muerte de otro amigo.
Salí corriendo por los pasillos del hospital, no sabía cómo salir simplemente corría y corría intentando dejar atrás todo. Pero no podía.
Llegué a un parque en el que había un estanque. No sabía dónde estaba y me daba igual. Subí a un árbol, a lo más alto que pude llegar. Tomé aire y lancé un grito al cielo:
-¡Yo no tengo la culpa de nada! ¡Sólo era una maldita niña que fue en busca de su amigo! ¡Yo no quería...
Comencé a llorar.
-Yo no quería ver aquella escena.
Dije con un tono cada vez más apagado.
Oí unos pasos que venían en mi dirección, entonces el árbol comenzó a zarandearse. Estaba en problemas.

Historias para no dormirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora