Universo alterno en el que Han Jisung es el amigable vecino hombre araña, y Minho es un periodista que hará todo lo posible para desenmascarar la identidad verdadera del famoso spiderman.
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Narrador omnisciente.
El caos terminó por destruir una gran parte ciudad, la masacre extendiéndose en todas direcciones. Edificios derrumbados, coches volcados y en llamas, las calles cubiertas de escombros y polvo. El aire estaba cargado de humo y el olor acre de la muerte, mientras miles de cadáveres yacían esparcidos, víctimas inocentes de una batalla brutal. El cielo, oscurecido por la destrucción, apenas dejaba pasar la luz del sol que poco a poco iba escondiéndose, sumiendo la escena en una penumbra apocalíptica.
En medio del infierno, Jisung caminaba lentamente por las calles medio desoladas. Cada pisada era un esfuerzo monumental, su cuerpo herido y sangrante apenas podía sostenerse. Su traje ahora estaba destrozado, colgando en jirones y empapado de sangre rojiza y dorada.
A pesar del dolor y el agotamiento, Jisung cargaba consigo los trofeos de su victoria; las cabezas de sus enemigos. En su mano derecha, sostenía las cabezas de Norman Osborn y la del doctor Connors; y en la izquierda, las de Aleksei y el doctor Octavius. Sus dedos, tensos y manchados de sangre, se aferraban a estos símbolos de su venganza y sacrificio.
Cada paso era lento y tortuoso, arrastrando los pies por el asfalto como si en cualquier momento pudiera desplomarse. Las respiraciones eran jadeantes, cada una más dolorosa que la anterior. Su único ojo sano no dejaba de lagrimear, con su mirada perdida en medio de la neblina causada por tantas explosiones. Ni siquiera él estaba seguro de qué es lo que aún lo mantenía en pie.
Minho.
El solo pensamiento cruzó como una estrella fugaz en su cabeza, la imagen de aquel bello rostro plasmándose durante medio segundo. Frunció el ceño, obteniendo una pizca de determinación en ese momento.
A su alrededor, los pocos sobrevivientes se aferraban a la vida con una desesperación palpable. Personas malheridas yacían en las calles, algunos agonizando, otros desmembrados, decapitados, con quemaduras graves o directamente calcinados en su totalidad, sus gritos de dolor resonando en el aire denso. Cada rostro contorsionado en sufrimiento era un recordatorio del precio de la batalla, una visión desgarradora que Jisung no podía apartar de su mente y provocaba su pecho se estruje dolorosamente.
Un grito desgarrador atravesó el silencio sombrío. Jisung se detuvo, su mirada cansada buscando el origen del sonido. Un niño, no mayor de diez años, corría entre los escombros, sus ojos llenos de lágrimas y terror. Gritaba el nombre de una persona, su voz quebrada por el dolor y la desesperación.
—¡Jung! ¡Jung, ¿dónde estás?! —sollozaba el niño, su pequeño cuerpo temblando mientras tropezaba y caía, solo para levantarse y seguir buscando. Lo observó acercarse a las pocas personas que lograron sobrevivir —. ¿Alguien vió a mi hermano? Es más pequeño que yo y tiene el cabello rizado, ¡Necesito encontrarlo, por favor!
