Al día siguiente, como era habitual, los padres de Han no estaban en casa. Habían dado libre por Semana Santa a todos los sirvientes, excepto a Christopher, quien siempre se encargaba de cuidar a Han.
Christopher estaba cansado de ver a Han siempre encerrado en su habitación o en la enorme casa, que para el joven debía de sentirse como una prisión desde que tenía memoria. Decidió aprovechar la ausencia de los padres de Han, que estaban de viaje en México, para sacarlo un rato y que pudiera ver el mundo exterior.
Se acercó a la puerta de Han y llamó suavemente.
—Joven Han, ¿puedo pasar?
—Sí —respondió Han desde dentro.
Christopher abrió la puerta y encontró a Han sentado en su cama, con su peluche en una mano y un libro en la otra.
—Tengo una idea para que pasemos el día y no te aburras —dijo Christopher—. Como tus padres no están, en la plaza habrá una banda musical para todo el público. Me gustaría llevarte para que disfrutes un poco.
—¿De verdad? —preguntó Han, cerrando el libro con interés.
—Sí, de verdad. No me gusta que siempre estés encerrado aquí. Además, sé que te aburres mucho. Podrías incluso hacer amigos para pasar el rato.
—Hace mucho que no hablo con nadie de mi edad. ¿Estás seguro de que podré hacer amigos?
—Claro que sí. Así que te esperaré afuera para que te vistas, ¿vale?
Han abrazó a Christopher con gratitud.
—¡Gracias, Chris!
—Solo quiero verte feliz, joven Han. Me gustaría poder hacer más que esto, de verdad.
Christopher le dio una sonrisa reconfortante a Han antes de salir de la habitación, cerrando la puerta con suavidad dejando a Han con sus pensamientos.
Era una oportunidad única, y Han lo sabía. Sin embargo, la ansiedad comenzó a apoderarse de él. El simple hecho de imaginarse fuera de la seguridad de su casa, rodeado de desconocidos, lo hacía sentirse mareado.
Se levantó lentamente de la cama, dirigiéndose al armario, donde sus padres guardaban una variedad de ropa que él rara vez usaba.
Después de unos minutos de indecisión, eligió un conjunto sencillo: una camiseta azul y unos jeans. Quería pasar desapercibido, no llamar la atención.
Mientras se vestía, su mente seguía batallando con preguntas: ¿Y si alguien se reía de él? ¿Y si no encontraba nada que decir? ¿Qué pasaría si su ansiedad se salía de control?
Tomó aire profundo, tal como lo había aprendido en uno de los pocos libros sobre ansiedad que había leído. "Un paso a la vez", se recordó.
Cuando finalmente estuvo listo, miró su reflejo en el espejo, notando cómo su propio rostro parecía pálido y nervioso.
Al salir de su habitación, Christopher lo esperaba pacientemente en el recibidor, con una sonrisa de apoyo. Había preparado todo: las llaves del coche, unas botellas de agua y hasta una pequeña bolsa con algunos snacks, por si a Han le daba hambre.
—Estás listo —dijo Christopher, no como una pregunta, sino como una afirmación, transmitiéndole confianza.
Han asintió, tratando de mantenerse sereno. Bajaron juntos las escaleras y salieron por la puerta principal, la misma que había sido como una barrera invisible durante tantos años. El aire fresco golpeó su rostro, una sensación nueva y desconocida que lo hizo detenerse por un instante.
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Mi Peluche preferido 🧸
Teen FictionHan quien ha experimentado depresión y ansiedad debido a la protección de sus padres siendo bastante antisocial, recibe un peluche en Navidad que transformará por completo su vida.