Adriana

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Siento cuando la enfermera con toda su fuerza inicia el viaje esperando hasta el consultorio de la doctora que veía mi caso. He olvidado contarles que hace poco me hicieron estudios en mi corazón, porque sí, yo tenía un corazón aún.

Resulta que una noche a las 3 am estaba yo dormido cuando de un segundo a otro un dolor intenso en mi pecho me hizo despertar de forma agitada, me faltaba el aire, el dolor se hacía cada vez más fuerte, sentí que el pecho se me iba a estallar en pedazos, los latidos empezaron a sonar en mi cabeza, la sensación me hizo sentir que era el fin, el dolor desgarrante se movía de mi pecho a un costado de mi espalda, algo no estaba bien. Recuerdo que en medio de la oscuridad moví mi brazo para alcanzar el botón de emergencia que tenía mi cama.

Sabía que moriría.

Ese sería mi fin.

Perdí el sentido hasta que desperté de nuevo. Una luz blanca me hizo cerrar los ojos de golpe, sentía tanto dolor, respirar dolía.

Durante varios segundos me detuve a calmarme, hasta que la respiración se alivió poco a poco, abrí los ojos lentamente, conocía ese olor particular. Estaba en el hospital, vivo.

¿Qué me había pasado?

Los doctores no tenían una respuesta hasta que me terminaran de revisarme de los pies a la cabeza, ya había pasado un mes, el dolor en el pecho se había quedado instalado en mi desde ese dia, por supuesto que en las noches, me quedaba despierto porque el miedo de sentir lo que sentí esa noche me tenía en un estado de inquietud, siempre fui una de esas personas que le temen a todo, no podía dormir con la luz apagada ni decidir qué era lo que quería, eran cosas que no podía hacer por el miedo.

Lo de la luz claro es que me daba miedo que me tocaran los pies algunas manos frías y lo otro, pues ¡quién sabe lo que quiere!

El sonido de los nudillos de la enfermera tocando la puerta del consultorio me sacaron de mis pensamientos.

Una voz de hombre me saludo.

-Adelante, señor Rodrigo- el hombre me da la espalda, al mirar su rostro me resultó tan familiar, sus ojos, todo él, debía haberle visto en algún lugar aquí en el asilo o en el hospital. Me explico que la doctora que siempre me veía no estaría durante un tiempo cree que se fue de vacaciones, como sí salir de aquí un tiempo sería suficiente.

-Cuénteme señor Rodrigo ¿Cómo se siente? - se cruza de brazos y me mira seriamente. Me quedo mirando su corbata roja, era un hombre apuesto y joven, me entra la duda de sí lo he visto en otro lugar.

- ¿Usted me atendió en el hospital? - la curiosidad me ha entrado y me ha ganado, es que siento una espina aquí en el pecho o será probablemente el resultado de un infarto, sé que mi resultado será que tuve un infarto y dramáticamente sentía que me iba a morir.

Mira que anduve por la vida siendo muy sabelotodo así que un dia llegando ya a una edad mayor creí que mi muerte, espera, espera, no me gusta la palabra muerte, llamémoslo el fin, sabía que mi fin no sería muy dramático que digamos, talvez el fin llegaría un dia de estos mientras estuviera dormido, para ser sincero contigo no quería que mi fin tuviera una importancia muy relevante en mi presente, sería como ser perseguido por un fantasma cada dia y por las noches se escondería debajo de mi cama, para esperar el mínimo silencio y atacarme, es que se me pone la piel de gallina de solo pensarlo.

-En realidad llevo una semana aquí en la cuidad y hoy es mi primer dia trabajando en el asilo- me responde el doctor de una forma amable, así que nunca lo había visto, talvez debía haberlo confundido un poco y nuevamente lo miro a los ojos, es que yo esos ojos los he visto antes, era un sentimiento extraño, era como querer tener la respuesta de algo que era mentira o no tenía certeza.

La vida que nunca tuve...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora