Parte cuatro

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Dos años atras:

Eran las 4:30 de la madrugada, y Lola se encontraba en su habitación, intentando una vez más contactar con Mauro. Él no le contestaba desde hacía ya varios días, y ni siquiera había venido a su casa. Mauro era así: desaparecía por días y luego volvía como si nada. Sin respuesta, Lola dejó el celular frustrada, sin saber dónde se encontraba su novio. Fue hacia la cocina para tomar algo y poder relajarse un poco. Pero su celular, sonando, la hizo subir corriendo, rogando que fuera Mauro.

-Hola - atendió entusiasmada.

-Hola, Lola. Soy Sara, la mamá de Mauro. Quería saber si él estaba ahí con vos.

-Hola, Sara. No, yo tampoco tengo la menor idea de dónde está Mauro. No me responde, y hace días que no se pasa por mi casa.

Lola escuchó el sollozo al otro lado de la línea, y su corazón se apretó. La voz de Sara estaba cargada de angustia. -Tranquila, Sara. Mauro no puede seguir así. Le prometo que lo voy a encontrar. Quédese tranquila, y si tengo noticias, se lo haré saber.

-Gracias, Lola. No sé qué haría sin vos, y tampoco sé qué haría Mauro sin vos…- La gratitud en la voz de Sara era palpable. Lola no contestó; simplemente colgó la llamada. Sus ojos se posaron en donde estaban las llaves de su moto. Tomó su celular e intentó llamar una vez más a Mauro, pero este seguía sin contestar. Cansada, le mandó un audio: “Mauro, me llamó tu mamá. Está preocupada, y yo también. ¿Dónde estás, gordo?”

Lola, angustiada, recurrió a su mejor amiga, María. La llamó con la esperanza de que tal vez ella supiera algo de Mauro, pero ni siquiera le contestó. Le mandó un mensaje diciendo que estaba ocupada y que en otro momento la llamaría.

Herida por la actitud de María, Lola tomó las llaves de la moto y salió. No podía perder más tiempo. No sabía a quién llamar; su única amiga la había dejado tirada. No sabía por dónde empezar a buscar. Arrancó la moto sin tener idea de dónde ir primero. Pensó en la plaza donde solían juntarse con sus amigos y decidió recorrer los barrios donde Mauro solía perderse. En el camino, se acordó de Tomás Campos, un amigo de Mauro (si se le podía llamar amigo). No tenía su número, pero sí el de Julieta, su novia. No sabía si llamarla era demasiado tarde, pero quizás ella podría saber si Mauro estuvo con Tomás o si alguien lo vio. Sin pensarlo mucho más, frenó y la llamó.

-Hola, Julieta, soy Lola, la novia de Mauro-habló ella, algo nerviosa.

-Hola, Lolita. ¿Cómo estás? ¿Pasó algo? -preguntó Julieta con esa voz dulce que la caracterizaba.

-Quería saber si Tomás sabía algo de Mauro, porque no sé nada de él desde hace días-Lola suspiró-. Y yo no frecuento mucho a sus amigos, pero me acordé de tu novio. Capaz él sabe algo.

-Mira, yo estoy en el hospital porque Tomás se pasó con pastillas y tuvieron que ingresarlo. Pero yo me separé de él hace meses, y no lo vi hasta hoy. No sabría decirte si se vieron estos días, pero puedo revisar su celular para ver si hablaron.

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