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/Pésima sinopsis lo sé. Antes de todo, no es excusa, pero este "mini fanfic" lo he escrito con las patas y a contrarreloj. Así que cualquier error, me encargaré de corregirlo en las próximas semanas.
Toma el tiempo que desees en leer esto.

❗TW: Mucho monólogo de personajes, acción psicológica y caminos engañosos (Olvidé por completo el tema de Bruce Lee)/


















El tren bala fluía en los sórdidos suburbios de Hong Kong, sin nada que perturbase el plácido momento de Yang, acompañando silenciosamente el ritmo de la radio de algún pasajero mientras mantenía su impasible calma. Pronto, el instinto precavido despertó para poner atención en la próxima parada; escuchó discretamente los comentarios sin sentido de un niño pequeño, la madre asentía como si le importara y estaba claro que, a pesar del irritante tono de voz, el niño tenía razón: "Mamá... si la hermana Mui ya no está, ¿qué será de las buenas canciones?"

Intervino cuando la mujer calló a su propio hijo y apagó la radio:
—¿Otro fan de Mui?

—¡Claro! —exclamó el niño—, la canción que transmitió la radio era mi favorita.

—Yo la conocí por la canción de la "Maga", tardé una semana para aprender la coreografía... que tiempos...

Arruinó su propia iniciativa de conversación y solo intercambió palabras vacías con la mujer. El tren todavía fluía, la espera corta se le hizo larga y tediosa, sacando su clásica expresión seria. Su día no había empezado bien, para nada bien; no había pasado nada malo, era algo peor, no había pasado nada; si el hecho de haber sido echado de su casa, a las cinco de la mañana, por su hermano y el pequeño que vivía con ellos, no era suficiente... peor por el hecho de que su salida fue en vano:
En aquella boletería, con esa oscuridad propio de las cinco de la mañana, ya había una fila inmensa. Luego esperar por unas dos horas leyendo los últimos capítulos del libro que trajo para distraerse, vino un hombre a anunciarles: "Pueden irse, ya no hay boletos" "Ya no hay boletos!". Se volvió un griterío de reclamaciones. Le costó salir de la aglomeración y cruzó con personas que venían recientemente, una de ellas tosía sin parar. Les anunció indiferentemente que su llegada era en vano y se fue.

Ahora Yang bajó tan pronto como el tren se detuvo, pero el cartel le avisó que estaba en una parada distinta a su destino. Corrió nuevamente a tomar otro tren para dirigirse a la parada correcta.

En el restaurante cerrado, reconoció la figura danzante con un trapeador a la mano, la mejor parte será vengarse trayendo malas noticias, pensaba Yang. En lugar de alertar a su hermano que había regresado, buscó el reproductor de música y lo pausó.

—Aaaaagh, ¡maldito aparato inútil de Ya...!

—¿De quién?

El hermano se sobresaltó con la mano del pecho, luego, extrañamente se acercó entusiasmado hacia él, pidiéndole tan infantil.

—¡Yang!... ¿Conseguiste los boletos? ¿Sí? Dime que sí...

Sonrió tan seguro de la noticia que iba a darle para soltar un seco y satisfactorio: "No"

—¡Pero Yang!

—Ni modo, Yun, quedé más plantado que un árbol y me dijeron que estaban agotados.

—Te dije que te dieras prisa.

—¡Jódete! Tú debiste ir en mi lugar.

—Aaaah... sin exhibición de cine... —Yun se lamentaba, guardó el trapeador que traía en manos—. La próxima vez iré yo por las entradas.

La gata blanca vino anunciándose con sus maullidos, desde que era una cría de un mes y Yang decidió adoptarla, siempre lo recibía. Luego de que se restregara en sus piernas, lo acompañó a tomarse un descanso. Yang permaneció acostado en su cama, dormitando, luego tomó consciencia por un llamado de su hermano; era extraño, ahora debería atender a la clientela, corriendo de una mesa a otra, cocinando —aunque Yun era, oficialmente, el chef— y quejándose del calor que le daba el lugar; el vapor de las verduras y el sartén donde salteaban no ayudaban.

(Estigma) 一首獨唱的歌 - Street Fighter (En Corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora