II

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Al día siguiente, debido a la hora que era —quizás cinco o seis de la mañana—, el aire era ligero, frío y le daba un toque oscuro a las calles. Las luminarias todavía estaban encendidas, esa señal que Yang captó fue la de un día frío asechándolos mientras terminaba de dar sus vueltas matutinas para activar su mente. Un detalle que recién percibió fue el dolor de garganta que empezó justamente antes de dormir, culpó al clima para restarle importancia; ahora estaba peor, como si en vez de tragar saliva, tragara objetos filosos. Terminó su última vuelta trotando ya a una baja intensidad y se dirigió hacia casa, encontrándose con un Yun molesto.

—¡Otra vez! No me avisaste y volviste a salirte solo.

—Intenté despertarte, pero tú roncas peor que un motor de carro dañado y te mueves demasiado, casi me pateas. ¿Qué diablos sueñas tú para moverte tanto?

—Yo... Yo por lo menos me acomodo y sueño con estilo, tú pareces un cadáver.

—¿Dormir con estilo es babear mientras seguramente sueñas que huyes de alguien?

—¡Yang! No era eso —respondió tímidamente mientras se sonrojaba—, ni recuerdo que estaba soñando; hombre, ¿cómo le haces para tener sueño tan ligero?

—Yo le llamo dormir antes que Yun, sin ronquidos, sin balbuceos o peor, sin arranques de paranoia para quedarte toda la madrugada escuchando tu rara música.

—¡Ah! Yo haré mi propia alarma, me despertaré muy temprano y no veré a más Yangs malvados como tú.

—Hazlo y lo romperé mientras pataleas en tus sueños.

—Rompes cualquier cosa y tus patines sufrirán.

—¡Si le haces algo!...

—¡Ja! ¿Atrapado? Ni siquiera uso más mi patineta.

Yang se quedó pensativo, luego ingresó a casa con una expresión de falsa derrota.

—Pero tu gorra sí. —Cerró la puerta antes de oír las protestas de Yun.

No hizo más nada que tomar un baño y quedarse viendo la televisión, ahora, resultaba que el baño poco le había ayudado a reponerse. Simplemente luego de unos minutos, vio al pequeño Jamie salir apresurado de su cuarto, con la mochila en la espalda.

—¡Yang! ¡No me avisaste que ya era hora! Ya debo estar atrasado.

—¿Hmmm?... —se volvió hacia el reloj y marcaba erróneamente las tres horas—. Tengo que cambiarle las pilas... —se volvió hacia Jamie—. ¿Qué estás esperando? ¡Tú ve!

El niño se retiró cerrando la puerta bruscamente, demostrando lo ofendido que se encontraba. Aunque Yang sintió un letargo recorrerle todo el cuerpo, empezaba a hacerle calor similar a un verano húmedo, haciéndole creer que se estaba derritiendo y estaba desparramado en el sofá. Escuchó unos golpeteos de la puerta, puso sus manos para acariciar el puente de su nariz para lidiar con su pereza y gritó: ¡¿Yun?!... ¡¿Jamie?!...

Como no respondió nadie, fingió haber entendido que los sonidos venían del programa de televisión. Los golpes volvieron a repetirse y nuevamente gritó desde su lugar y no recibió respuesta, esperó hasta que los últimos golpes le hicieron perder la paciencia. Abrió la puerta y sin ver quién era, le reclamó llamándolo por su hermano.

—¡Idiota! —contestó el hombre—. ¿Usted es lento? ¡Parece que estoy aquí hace días!

—Disculpe señor, es solo que...

—¡No me interesa! —señaló su reloj de mano con el dedo—. ¡Mire hace cuanto estoy aquí! Hace cinco minutos perdiendo el tiempo.

—Bien ya entendí, ¿qué se le ofrece?

(Estigma) 一首獨唱的歌 - Street Fighter (En Corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora