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Frente a los niños, estaba Yun con una cara de completo disgusto. Comenzó por regañar a Jamie al punto de casi gritar —aunque para el niño rubio que no entendía nada, el joven estaba gritando severamente—. Luego se dirigió para regañar también al niño rubio con un inglés casi fluido —pero con un acento distinto—, le preguntó por su padre y el niño a regañadientes aceptó darle su número para comunicarle sobre lo que acababa de pasar.

Se quedaron esperando hasta que el padre del niño rubio apareció. Yun acabó comentándole todo junto con una vergonzosa y humillante disculpa. Pronto, los dos adultos presionaron a los dos niños a pedir disculpas.

—¡Bien!... Sorry... —Jamie murmuró:— niño tonto...

El niño también se disculpó en su propio idioma, aunque algo en su mente le hizo acusar al “chico bonito”. Yun se quedó sorprendido y comenzó a reclamarle a Jamie.

—¡¿Cómo pudiste faltar en todos estos días?! ¡Estabas engañando a todos!

—¡Maldito chismoso! —Jamie se dirigió al niño rubio, pero la presencia de Yun impidió poder atacarlo.

—¡Agh! ¡Iremos a casa ahora! —Yun le arrebató la mochila y levantó la gorra que estaba en el suelo. Se despidió neutralmente del hombre y el niño americanos.

Jamie le dio una última mirada al niño, una llena de resentimiento hacia su rival, una forma más profunda de decirle mil maldiciones sin abrir la boca y de lamentarse por sí mismo. En todo el camino, su hermano mayor estuvo reclamándole y recalcando sobre cuanta decepción sentía ahora. Comenzó a restregarle todo el código moral del kung-fu y el esfuerzo que tanto él como Yang habían puesto en tolerarlo. Jamie se cansó de los reproches y como él también no aceptaba bien los regaños, respondió: Si claro, cómo si tú nunca hubieras hecho eso. ¡¿Por qué yo tengo que aguantar a cada instante el hecho de qué nada de mí estaba bien?!

—¡No te dije eso, te dije que...!

—¡Te quejas de mi actitud idiota, pero tú también la tienes!

—¡Jamie...! —Yun lo tomó de su camisa.

—¡¿Me vas a pegar?! ¡¿Crees que yo no sé como eras tú en tu juventud?! ¡Yo sé que lo que hice está mal! ¡Y ese tonto me hizo darme cuenta de que nunca voy a cambiar! ¡Seré el sucio ratero que recogiste de la calle...! —bajó la mochila que Yun estaba cargando y aprovechó su silencio—. Dile a la abuela, ¡que me importa! En estos días ya acepté mi realidad y también que no importa que hagan ustedes; mejor me voy yo solo.

—Ya, ¿dónde crees que vas a llegar? ¡¿Quieres dormir en las calles para juntarte con esa gente asquerosa?!

Simplemente volteó, ignorándolo y comenzando a caminar en dirección contraria al rumbo que tomaban para ir a casa. Dejó que su rabia le cegara y tomara el control de su boca, volvió al lugar donde estaba antes para esperar el mediodía, con las miradas de las personas como acusándole de lo que acababa de hacer.

Recapituló todo lo que acababa de pasar; al menos, el niño rubio no volvería a acercarse a él, lo peor que podía suceder pasó; ¿ahora? Jamie acababa de decirle a Yun que se iría, fue más una forma de lidiar con su propia vergüenza, pero supo que no lo expresó de esa forma. Sus ojos se nublaron y contuvo sus ganas de llorar.

Por otro lado. Yang acababa de recibir de una forma extraña a su hermano, con una bienvenida ignorada y una puerta cerrada bruscamente. El ligero dolor de cabeza y los ataques de tos se hacían presentes, ni siquiera pudo ponerse a pensar que podría estar afectándole ahora, agradeció con un suspiro aliviado que la abuela Siu salió a “comprar unas cosas” y volvió a acostarse en el sofá. Estaba acostumbrándose a traer mascarilla.

(Estigma) 一首獨唱的歌 - Street Fighter (En Corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora