Capitulo 4

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La casa de Marion era muy particular, llena de puertas y ventanas. Allí el viento entraba y salía por todos lados, algunas veces eran ventiscas y otras veces ventarrones. Aunque la mayoría de las veces reinaba la calma.

La casa se dividía en dos, en la planta baja funcionaba el bar, atendido por Marion y varias señoritas que cada noche hacían un baile especial, para los hombres que concurrían al lugar.
Y en la planta alta se encontraba el resto de la casa, un cocina grande y habitaciones pertenecientes a la señora M y sus mujeres.
Todos éramos como una gran familia, alimentados, instruidos y cuidados por Marion.

Fue increíble lo rápido que Harry y yo nos adaptamos al nuevo lugar, nuestro viento se mezcló con los tantos vientos de los demas, haciendo que nuestra estadía sea buena y el alma no doliera demasiado.

Comencé ayudando a la señora M, sirviendo tragos en el bar, con la condición de que todas las propinas fueran para mí.
A mi chico le agarro fascinación por la costura y el maquillaje que una de las mujeres le enseño a realizar.
Así que ese era su trabajo, confeccionaba lindos atuendos, para los shows que brindaban las chicas en el lugar.

Todas allí sabían lo nuestro y jamás nos trataron mal. La forma de vida de las señoritas tampoco era muy bien aceptado ni bien visto por una parte de la sociedad. Escondido en el silencio personal, al final del día, todos teníamos un huracán en común.

No era la vida que habíamos soñado, ni aquella vida que planeabamos cuando hablábamos hasta el amanecer, pero lo aceptamos y por el momento estaba bien. Por qué en la noche, cuando volvíamos a nuestra habitación sólo éramos Harry y yo amándonos y tomando todo de ambos, convirtiendo al viento que nos envolvía en nuestra íntima calma.

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- Que es esto?_ pregunté un día. Estaba haciendo mi trabajo y Marion había puesto un papel en mi mano.
- Mi amigo, el abogado, necesita un ayudante. Preséntate mañana a las ocho_ respondió.
- Pero yo no sé nada de leyes_ contesté.
-Eres bueno, aprenderás, además él te enseñará.
- Pero...
-Pero nada Lou...tan sólo vé a dónde sopla el viento!

Y con eso me convenció!.

El tiempo transcurría como brisa ligera. Durante el día trabajaba y estudiaba en el estudio jurídico de Oliver y por las noches me debía a mi chico.

Harry me esperaba siempre con una nueva y rica cena. Había aprendido a cocinar y era una habilidad más, añadida a todas esas increíbles cosas que él podía realizar.

En uno de mis cumpleaños, me dió un regalo muy especial, penetró su amor en mí, más allá de la piel, el alma y el corazón. Me hundí de satisfacción llenado por Harry. Su cuerpo y mi cuerpo se hicieron uno, una vez más. Y aquel remolino en mi interior gritaba que aquí era mi lugar, le pertenecía a mi dulce chico y él me pertenecía a mí.

Luego, en su cumpleaños yo también tenía algo para él. Le regalé un collar de perlas y en la intimidad, lo comí en todos sus rincones. Lamí y hasta mordí su cielo sagrado.
Y es que así era con Harry, en la calma de nuestra habitación nos dejábamos ser. Éramos jóvenes e insaciables, llenos de lujuria y siempre queríamos más. A veces, él tomaba prestado, las faldas y corset de las señoritas, las lentejuelas y las plumas encajaban perfectamente en su piel. Y cuando los modelaba para mí, me hacía enloquecer de deseó, amor y placer.

Amar a Harry era lo más  hermoso que me pudo pasar, la mejor elección que hice en toda mi vida, compartir el día a día junto a él, era realmente reconfortante.

Los fines de semana salíamos a pasear, tomados de la mano hablando y soñando un poco. Pero perdurablemente  llegábamos al mismo lugar.
-Otra vez el viento nos trajo aquí_ Harry decía, allí a unos metros de la casa que alguna vez llamamos hogar.
Sus puertas y ventanas solían estar cerradas pero siempre pudimos observar lo que había más allá.

Hasta que un día cualquiera, en nuestra caminata dominical nos topamos con mamá y Charlie. Nos quedamos paralozados con los latidos de nuestros corazones acelerados. En silencio, esperando, una palabra, algún gesto, un abrazo. Nada nos llegó.

Un ventarrón pasó de repente y pudimos visualizar a las personas que alguna vez nos amaron cruzarse de calle e ignorar nuestra presencia. Convirtiéndonos en completo desconocidos.

"Cuando una puerta se cierra otra se abre...Pero a veces miramos tanto aquella que se cerró"

Esa noche abrazados el llanto rompió nuestra lograda calma. Entonces recordé, había jurado curar el alma de mi amado y así lo iba hacer.

Amores por el viento...L.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora